MI HUMILDE PROPUESTA
El día de hoy
propongo una humilde propuesta para mejorar la vida de las personas, no
pretendo limitarme solo a mi ciudad Bogotá, sino a todas las ciudades del
mundo, a todas las personas, que en su gran mayoría, han sufrido de aquella
enfermedad que me atañe y que daña tantas almas en la modernidad. Hablo, nada
más y nada menos que el despecho.
El despecho es una
enfermedad que acoge a niños, jóvenes, adultos y viejos, por tanto, propongo
considerarla no como una simple enfermedad, sino como una pandemia global que
en cualquier momento puede cobrarse la vida de muchos, pero en su gran mayoría
es peor, crea una sensación de desasosiego y tristeza, generando así un estado
aún peor que el de la muerte, pues con la muerte, la vida se va, y hasta donde
sabemos dejamos de sentir, dejamos de soñar, dejamos de respirar, dejamos de
comer, dejamos de tomar, dejamos de dormir, pero la muerte es la mejor medicina
para cualquier enfermedad, no importa que tengas, sea desde un fuerte dolor de
cabeza, una gripe o cáncer, todo lo que se necesita es la muerte para que
nuestros males desaparezcan. El despecho es peor, nos quita las ganas de vivir,
las ganas de comer, de respirar, de amar, de sentir, de besar, de reír, nos
quita las ganas de ser feliz. Acaso no es esto un mal peor que cualquier otro,
sin ganas de pelear nunca conseguiremos nada, pero pocos son los casos que
llevan a una solución, la muerte; el resto tenemos que seguir viviendo con la
herida metafórica, y a veces literal, que nos ha dejado el abandono de un ser amado.
Lo único que nos trae el desamor a nuestras vidas son las ganas de beber, de
dañarnos, de hacer que el sufrimiento sea más fuerte de lo que ya es, por
tanto, el despecho no solo nos ataca mentalmente, sino físicamente también.
El por qué pasa esto es
un misterio, tal como el enamorarse, pocas son las parejas que llegan hasta el
final de sus días con un amor verdadero, muchos solo vagamos en el mundo, de
pareja en pareja, hasta que la muerte llama a nuestra puerta y nos encontramos
solos, sin descansar del sufrimiento, sin dejar de pensar, de hablar con
nosotros, sin cuestionarnos sobre lo que hicimos mal.
Cientos de líneas
iban a seguir complementando mis ideas sobre el desamor, pero cada una de ellas
es un recuerdo de lo mal que me siento, cada línea es una oscura daga que rompe
mi dura piel y me deja con marcas que no puedo controlar, por ello, solo daré
paso a mi propuesta, dejando así, un escrito con una buena proyección como
completamente inconcluso.
Mi humilde propuesta
es que, al no poder controlar nuestras emociones, las secreciones hormonales y
pensamientos aleatorios, propongo que cada quien que tenga un desamor busque a
aquella persona que lo hizo sentir mal, que la siga, que la persiga, que la
aceche, que la cace, y que, después de ver que esa persona es feliz, se de
cuenta que todos podemos ser felices, sea cual sea la razón, la felicidad se
puede alcanzar, y no pretendo ponerle límites a la vida, porque no los tiene,
hay quienes serán felices solo acechando a su amada, otros lo serán liberando
sus tenciones con la empuñadura de una metálico, brillante y afilado puñal, el cual enterraran en lo
profundo del corazón de sus amadas, como acción simbólica de relajación mental,
otros simplemente olvidaran, ya que como seres humanos, tenemos el problema
mental de olvidar las cosas que son importantes y recordar aquellas que no lo
son, en algunos pasará así, en otros a la inversa, y quien se sienta inconforme
lo invito a hacer un harakiri y esperar la fría mano de la muerte que arropará
su cuerpo, guardándolo en la cálida lágrima de aquel que si bien no es feliz,
dejó de sentir tristeza.
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