Desmitificando la pedofilia.
Resumen
La atracción
erótica-sexual hacia niños menores de trece años, durante al menos seis meses
por parte de un sujeto de edad no inferior a dieciséis años, corresponde al
trastorno denominado pedofília. Se ha profundizado en el estudio de las
conductas sexuales consideradas como patológicas por las distintas
transgresiones que implican. Como muestra de ello, la presente revisión teórica
porciona una comprensión integral de la pedofilia, posibles causas y desarrollo desde distintas
aproximaciones de neurodesarrollo y epigenética. Como descubrimientos
relevantes, el desarrollo sexual es influido filogenéticamente, guiado por los
marcadores epigenéticos de los padres y modulado por el desarrollo
neuroquímico, nutricional y ambiental. Desde la etiología ambiental, el
contexto familiar aversivo para el sujeto, como el abuso sexual, lesiones
previas a los seis años o problemas con neurotoxinas en el desarrollo, preceden
a trastornos del desarrollo tales como un cociente intelectual bajo,
preferencia manual izquierda, la estatura o talla más baja, entre otros. En
términos neuropsicológicos, la predisposición al trastorno se relaciona con la
alteración de la sustancia gris en el área cortical, en el área prefrontal para
la desinhibición conductual; añadiendo además, la implicación del área
temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual. Junto a éstas, el
lóbulo temporal derecho influye en implicaciones hipersexuales en áreas
subcorticales. Por otro lado, anomalías como la epilepsia del lóbulo temporal,
síndromes neuropsiquiátricos, lesiones septales y del lóbulo temporal, la
esclerosis o tumores, son grandes predisponentes de la pedofilia. Finalmente,
se mencionan alternativas a nivel farmacológico para el tratamiento de esta
condición sexual.
Introducción
Cuando se habla de
la especie humana, se identifica como factor importante dentro de la evolución,
las distintas conductas sexuales que se han desarrollado a través del tiempo.
Dichas conductas, además de tener un componente biológico, tienen un componente
social que también regula y normaliza el comportamiento sexual del humano según
los contextos en los que éste se desenvuelve. Estas conductas sexuales
reguladas y normalizadas según el contexto, desempeñan un papel fundamental en
nuestra constitución como individuos y en la manera en la que nos desenvolvemos
en sociedad, “y aunque entre miles de personas existen coincidencias de gustos
sexuales, cada uno lo ha desarrollado y llevado a cabo de una manera particular
por el simple hecho de que ningún sujeto está expuesto a las mismas y exactas
condiciones que otro” (Vargas, 2014, p. 620).
Sin embargo, en la
sociedad en la que estamos situados se percibe que existen ciertas conductas
sexuales consideradas como patológicas o aberrantes por las distintas
transgresiones que éstas implican, a nivel moral, jurídico, religioso, etc.,
entre las cuales se encuentra la pedofilia. La pedofilia se entiende en el
imaginario colectivo de nuestra sociedad como una enfermedad incurable que
define al individuo dentro de las categorías de pervertido y “enfermo sexual”.
Se encuentra, por otro lado, que en el
campo investigativo se está viviendo una etapa transicional entre leyes que han
ido quedando obsoletas y nuevas preguntas que surgen desde diferentes niveles
de adaptación, readaptación y comprensión de quienes son considerados enfermos, antes criminales y ahora situados
en el horizonte de la etiopatología.
La palabra
pedofilia, define la atracción erótica-sexual hacia los niños, tiene su origen
en el griego páis-paidós, “muchacho”
o “niño” y filía, “amistad” y se
tiene registro de que fue usada por primera vez en el libro “Psychopathía
Sexualis” de Richard von Krafft-Ebing en 1890 (Becerra, 2012). Esta atracción
tiene como objeto principalmente a “niños menores de trece años, por un periodo
de al menos seis meses, cometida por un sujeto de edad no inferior a dieciséis
años” (Cucci, 2010, p. 20). Además de la definición anterior, es posible
definir pedofilia en dos criterios principales según el DMS-V: primero,
teniendo en cuenta fantasías sexuales recurrentes y atracción sexual con niños
pre-púberes y púberes y segundo, cuando
se ejerce una acción que se desprende de esta atracción que haga que el
individuo presente problemas para seguir una funcionalidad cotidiana normal
(Moya, 2015). Por su parte, el conductismo entiende la pedofilia como una forma
de aprendizaje del sujeto en donde deseos y conductas se deben a una serie de
reforzamientos ante estos y/o situaciones aversivas vividas, pudiendo estas
conductas ser corregidas con un condicionamiento diferente (Vargas, 2014).
En otras
aproximaciones como el psicoanálisis se entiende que la idea del niño abusado
que recrea la imagen del padre pedófilo, pasa a ser la posición central de un
individuo que sitúa su deseo ya no en la diferencia de los sexos sino en la
diferencia de las generaciones (Schinaia, 2011). “El psicoanálisis define el
incesto (la pedofilia y la violación) como la irrupción del deseo sexual
masculino al centro de la estructura familiar. Este impulso siempre implica relaciones
de parentesco y disparidades de edad, poder y conocimiento” (Rodríguez, 2010,
p.47). Por lo que se plantea entonces, que “precoces y severas frustraciones de
la líbido y una prepotente agresividad, desempeñaban un papel crucial en la
génesis de la perversión pedofílica. Los mecanismos básicos de introyección y
proyección, procesos activados normalmente durante las primeras fases del
desarrollo del yo, se sustituían para conseguir la satisfacción necesaria para
el amor vital, así como para neutralizar los impulsos agresivos” (Schinaia,
2011, p. 84).
En otros estudios,
varios datos señalan que se trata de un factor de riesgo para la reincidencia
sexual y que los pedófilos son una categoría distinguible de otros agresores ya
que el interés sexual en niños no es una variable que se distribuya en toda la
población. En el seguimiento de distintos grupos de este tipo de agresores, los
abusadores de menores mostraron mayor especialización en delitos sexuales que
los abusadores de adultos (Herrero, 2013). En adición, González (2012)
caracteriza a los abusadores como personas que pueden provenir de cualquier
clase social, vivir en un medio bien sea urbano o rural y tener cualquier nivel
educacional, orientación sexual y estado civil.
El contexto actual
se evidencia un gran flujo de pornografía infantil (CP) y el mismo tráfico de
menores en redes como la Deep Web, Marianas Web, Second Life o MEGA. Diferentes
investigaciones revelan que gran parte de agresores sexuales, estuvieron
expuestos en su infancia a pornografía infantil, lo que suscita su interés
sexual en beneficio del agresor (Castillo, 2013). A partir de lo mencionado, se considera relevante
realizar una aproximación desde un recuento teórico-bibliográfico. Lo anterior
con el objetivo de observar y entender la pedofilia desde una comprensión
global, en donde se tengan en cuenta tanto los factores biológicos y
neurobiológicos, como los ambientales implicados en las causas y en el
desarrollo. Dichos elementos tomados en cuenta en la comprensión de esta conducta
o selección sexual, permitirán recoger los hallazgos relevantes con relación a
este trastorno que repercute a nivel social en la actualidad.
El término pedofilia es usado principalmente por psicólogos y psiquiatras, pero se ausenta
de los códigos penales y de la literatura jurídica y es usado aún en menor
medida en documentos de la iglesia; sin embargo, se halla en mayor cantidad en
noticias y en el lenguaje ciudadano común (Elizari, 2011). Dentro de la
concepción cotidiana, se han creado una cierta cantidad de mitos alrededor
de esta condición que dificultan la
comprensión de la pedofilia y, por esta línea, se hace difícil poder pensar en
otros posibles tratamientos que permitan la reintegración del individuo que
presenta estos comportamientos dentro de una convivencia sana en sociedad. No
obstante, es importante tener en cuenta que muchos de estos mitos están
configurados por medio de distintos
discursos de índole religiosa o jurídica enmarcados muchas veces dentro de
connotaciones morales y éticas que parten en gran medida del desconocimiento
del desarrollo y las causas de esta llamada enfermedad.
Una visión
integral de este trastorno y la comprensión de por qué ocurre, permitiría
nuevos horizontes investigativos y de comprensión de la misma. Lo anterior, con
el fin de desmitificar muchos de los imaginarios sociales alrededor de éste y
plantear desde las distintas aproximaciones que abarcan factores importantes de
neurodesarrollo y epigenética poco difundidos socialmente, otras formas viables
de tratamientos y comprensiones que permitan alternativas frente a esta
condición sexual que repercute fuertemente en la sociedad.
Desarrollo conceptual
En los cientos de
años que llevamos como especie no es fortuito que los hombres elijan a las
mujeres, esto surge de la selección natural y sexual de la evolución y junto a
esta selección el gran orquestador es el cerebro, el cual es el órgano sexual
sin parangón (Aranda, 2008). La pedofilia, como un tipo de selección sexual,
claramente tiene sus fundamentos en el encéfalo y las alteraciones que pueda
sufrir durante el neurodesarrollo, Sin embargo, es importante aclarar que no
inhibe completamente al individuo, éste sigue teniendo diversas herramientas
tales como el autocontrol conductual para afrontar esta situación (Becerra,
2009). El desarrollo sexual está determinado genéticamente desde el nacimiento
y guiado además por las experiencias de los padres, sus marcadores epigenéticos
y las modulaciones neuroquímicas, nutricionales y del ambiente. Cualquier
alteración en los factores anteriormente mencionados se definirá como
trastornos del neurodesarrollo. Algunas de las características que surgen son:
un cociente intelectual bajo, preferencia manual izquierda y, por último, la
estatura o talla más baja (Becerra, 2009).
En un primer
estudio, se identificaron diferencias anatómicas y funcionales en distintas
áreas del cerebro relacionadas con la orientación sexual, lo que sugiere que la
pedofilia tiene una base neurológica (Moya, 2015). Para esta perspectiva hay
dos correlatos neurológicos de la pedofilia. En primer lugar, el funcionamiento
ejecutivo de determinadas áreas del cerebro, lo cual permite determinar factores
de riesgo de quienes presentan el trastorno y quienes, no. En su estudio Kruger
& Schiffer (2011 en Moya, 2015), evidenciaron que los pedófilos presentan
deterioros neurocognitivos y de personalidad, pues durante el desarrollo de
diferentes pruebas y cuestionarios obtuvieron valores reducidos en la escala de
inteligencia y actuaciones más débiles en el procesamiento de la información,
junto con altas puntuaciones de paranoia, psicopatía, signos de obsesión sexual
y disfunción sexual.
Peoppl et al. (2013
en Moya, 2015) identificaron cambios estructurales en las áreas prefrontal,
parietal, insular y límbica del cerebro de los pedófilos. Del mismo modo,
afirman que presentan menor masa de sustancia gris en la amígdala derecha. Esto
ocurre debido a que la intensa fijación, característica de quienes padecen de
este trastorno, se vincula con la reducción de sustancia gris en el córtex
insular izquierdo y en el córtex prefrontal dorsolateral (DLPFC), mientras que
la preferencia por los niños menores de edad se debe a la menor cantidad de
sustancia gris en el córtex orbitofrontal (OFC) y al giro angular bilateral. Lo
anterior demuestra, según los autores, que la pedofília estaría relacionada con
alteraciones de la sustancia gris en ambos córtex orbitofrontales y de la
ínsula.
En segundo lugar,
se realizó un estudio de las anomalías estructurales y funcionales observadas
en el cerebro de los pedófilos. Algunas desviaciones se deben a estructuras y
funciones cerebrales ligadas a una patología que aparece inesperadamente. Las
tendencias pedófilas parecen estar ligadas a cambios de los lóbulos frontales,
de la circunvolución primera y segunda del lóbulo temporal y de algunas zonas
del lóbulo occipital (Krafft-Ebing, 1965 en Moya, 2015).
En otras
investigaciones, Méndez y Shapira (2011 en Moya, 2015) encontraron que
determinados trastornos cerebrales pueden ocasionar una predisposición a la
atracción sexual hacia los niños debido a una desinhibición causada por una
enfermedad frontal, preocupación sexual por enfermedades del lóbulo temporal
derecho o hipersexualidad debido a alguna enfermedad subcortical en los
ganglios basales no motores, hipotálamo y núcleos septales. Asimismo, es
posible que las conductas pedófilas sean causadas por epilepsia del lóbulo
temporal, síndromes neuropsiquiátricos postencefálicos, lesiones septales,
lesiones del lóbulo frontal, lesiones bilaterales del lóbulo temporal,
esclerosis múltiple y tumores en varias zonas del cerebro (Bradford, 2006 en
Moya, 2015).Similar a esto, Hall & Hall (2007) hallaron que la epilepsia
del lóbulo temporal y el síndrome de Kluver-Bucy (lesiones bilaterales en los
lóbulos temporales), pueden llevar a un comportamiento hipersexual o
hiposexuales. Lo cual indicaría que el lóbulo temporal está implicado en umbrales
de discriminación y la excitación erótica.
También podemos encontrar un cuantioso trabajo realizado por Becerra
(2009) en el cual se divide en tres los resultados en deficiencias del
neurodesarrollo en individuos pedófilos:
1.
El cociente intelectual bajo está ligado con mayor
número de víctimas y respuestas peáneas a estímulos sexuales de menores.
Además, a menor CI, menor es la edad del niño en el que se está interesado
sexualmente.
2.
Alta de preferencia manual izquierda en delincuentes
sexuales que ataca a niños menores de 12 años. Los varones que tienen como
grupo de interés sexual a niños prepúberes utilizan la mano izquierda en una
proporción dos veces mayor que los que preferían sexualmente a las personas
adultas.
3.
Se referencia una talla menor en los pedófilos que en
sujetos de control sanos. Los delincuentes sexuales pedófilos-hebéfilos son
significativamente más bajos que los sujetos controles, la talla de los
delincuentes sexuales que actúan contra adultos se encuentra en un valor
intermedio entre los grupos anteriores.
Desde
las investigaciones neuropsicológicas son tres las teorías neuroanatómicas que
sobresalen en el tema de la pedofilia: Las teorías frontales-disejecutivas,
asociadas con una disfunción en la corteza prefrontal y con la desinhibición
conductual; las teorías temporolímbicas implicadas en la desinhibición
conductual y a estructuras profundas del lóbulo temporal en la regulación de la
conducta sexual; y las teorías de la disfunción dual que defienden que los
pedófilos sufrirían de disfunción en áreas temporolímbicas y frontales que
generarían perturbación de los impulsos sexuales y desinhibición conductual.
Es importante
acotar que, según lo que Becerra (2009) menciona, las alteraciones se
encuentran en el volumen de la sustancia gris de cada tipo de estructura. Sin
embargo, también afirma que se debe tener en cuenta más estructuras anatómicas
que las mencionadas en estos primeros estudios. En las siguientes revisiones
hechas por Becerra, diversos estudios se centran en las revisiones
neuroanatómicas, entre ellas, la primera realiza una investigación mediante
resonancia magnética (RM), en la que se emplea la morfometría para la revisión
de la sustancia gris cortical, basándose en el enfoque de la teoría frontal-disejecutiva.
Los resultados
encontrados en las investigaciones resaltan que los individuos con el trastorno
presentan un “menor volumen de sustancia gris en los circuitos frontroestriales
y en el estriado ventral, que se extendía en el núcleo accumbens y en la
corteza orbitofrontal” (Becerra, 2009, p. 193). Esta deficiencia genera que una
dificultad, más no una incapacidad, de inhibir sus conductas. Además, se agrega
una “disminución significativa del volumen amigdalar derecho y una reducción
bilateral de la sustancia gris del hipotálamo, regiones septales, sustancia
innominada y base del núcleo de la estría terminal” (ibíd.), lo cual representa
problemas anatómicos en áreas vitales en el desarrollo sexual. Sin embargo,
este estudio cae en la crítica realizada por Becerra (2009) en el que las
limitaciones estructurales impiden un acercamiento más claro.
En
coherencia con lo anteriormente expuesto, durante estudios de resonancia
magnética, Schiffer et al. (2006 en Hall & Hall, 2007) evidenciaron
diferencias neuropsiquiatrícas entre los pedófilos y la población ordinaria. Se
determinó que éstas recaen en ciertas características tales como alteraciones
endocrinas y diferencias del lóbulo frontal unilateral y bilateral, del lóbulo
temporal y de tipo cerebral, particularmente, irregularidades y/o diferencias
frontocorticales. Así mismo, afirmaron la existencia de una disminución del
volumen de la materia gris en el cuerpo estriado, la ínsula, la corteza
orbitofrontal y en el cerebelo de los pedófilos. Así pues, concluyen que dichos
cambios pueden implicar la existencia de trastornos de atributos
neurofisiológicos.
Un estudio decidió hacer
casos comparados entre pedófilos con un grupo de delincuentes no sexuales para
evidenciar la implicación de la sustancia gris y la sustancia blanca. Aquí se
encontraron los siguientes hallazgos:
[...] Asociaciones negativas entre la
pedofilia y los volúmenes de la sustancia blanca bilateral de los lóbulos
parietales y temporales. Las regiones con el volumen más bajo de sustancia
blanca eran contiguas a dos grupos mayores de fibras, como el fascículo
frontooccipital superior y el fascículo arcuato derecho”. No obstante, los
resultados demostraron que las “diferencias aparecen en la sustancia blanca, en
fascículos que conectan regiones corticales que responden a señales sexuales
(Becerra, 2009, p. 193-194).
En
otra investigación se revisó la activación de diferentes áreas cerebrales
mediante la estimulación visual emocional y erótica en grupos de pedófilos y
grupos de control, esto mediante la utilización de resonancias magnéticas
funcionales. Los resultados evidenciaron una estimulación erótica en tres
regiones: corteza prefrontal dorsolateral, hipotálamo y sustancia gris
periacueductal. Además, una menor activación en la amígdala, el hipocampo y la
corteza prefrontal dorsolateral, lo cual representa una alteración del interés
sexual en personas maduras (Becerra, 2009).
Uno de los
enfoques de este estudio logró determinar que las activaciones cerebrales dadas
por pedófilos heterosexuales son equiparables a la del grupo de control frente
a estímulos sexuales contingentes para cada grupo. La activación se da en
“diferentes estructuras límbicas (amígdala, giro cingulado e hipocampo),
sustancia negra, núcleo caudado, corteza del cíngulo anterior, diferentes
núcleos talámicos y corteza asociativa” (Becerra, 2009, p. 194). No obstante,
los pedófilos no presentan activación en la corteza orbitofrontal durante la
estimulación visual, añadiendo una actividad reducida en la corteza prefrontal dorsolateral
(Becerra, 2009).
Estas imágenes
sexualmente contingentes permiten la activación de áreas cerebrales como la
corteza occipitotemporal y prefrontal, encargadas en el procesamiento visual
emocional, añadiendo además, una activación del tálamo, el globo pálido y el
estriado en el grupo de pedófilos y no en el de control. “El procesamiento
central de éstos es comparable en ambos, mientras que el patrón de activación
cerebral mostrado es diferente”
(Becerra, 2009, p. 194). Las conclusiones a las que llegó Becerra en su
trabajo corresponden a que los trastornos y alteraciones en el neurodesarrollo
predisponen a desarrollar pedofilia, la cual está ligada a un “CI bajo, una
preferencia manual izquierda, menor talla física, menor volumen de sustancia
blanca […]” (ibíd.). Es necesario entender que estas características no son las
únicas presentes en la enfermedad ya que sólo cumplen el papel de
predisponentes y no de determinantes, por lo cual se debe observar el
desarrollo hormonal derivado de estas alteraciones, los factores
ambientales-contextuales y la educación (Becerra, 2009).
Desde un enfoque
ambiental, es posible determinar que la pedofilia está relacionada con la
demora en el nacimiento y una edad elevada de la madre. También, traumatismos
antes de los 6 años de edad están ligados con trastornos de control de
impulsos. Blanchard et al., (2002) observaron que en las biografías de los
pedófilos se halla la acumulación de lesiones en la cabeza que implican pérdida
del conocimiento durante la infancia. Estas deficiencias en el neurodesarrollo
podrían representar fenotipos que predisponen el interés sexual hacia los
niños, como niveles bajos de inteligencia y desarrollo endocrino alterado en la
capacidad de respuesta (Becerra, 2009). Además, se añade que los pedófilos que
han estado en revisión bajo resonancia magnética suelen tener peores resultados
en las tareas de función ejecutiva que implican la inhibición de respuesta y la
fluidez verbal, así como la velocidad de procesamiento (Alanko et. al, 2013).
Las teorías sobre
la etiología ambiental de los delitos sexuales hacen hincapié en el papel de
los ambientes familiares adversos. Por ejemplo, el abuso sexual en la infancia
ha demostrado ser notificado con mayor frecuencia por abusadores sexuales de
niños. Es posible que la probabilidad de que tales experiencias resulten en el
interés sexual en los niños pueda variar de acuerdo con una susceptibilidad de
la persona genéticamente determinada a las influencias ambientales (Alanko et.
al, 2013). Murray (2010) señala un estudio realizado por Curry (1993) con 135
pedófilos, donde se encontró que el 33% de los pedófilos prefería solo varones,
el 44% prefería niñas y el 23% había abusado tanto niños como niñas; además, se
encontró que el 42% de los pedófilos afirmaron haber sido víctimas de
abuso en la infancia y, admitieron que preferían elegir víctimas con edades
cercanas a la propia cuando experimentaron ser víctimas sexuales.
Así pues, una
posible manera de conceptualizar la potencial interacción de una predisposición
genética con las experiencias perjudiciales, es considerar un modelo de
interacción entre genes y medio ambiente. Esto significa que algunos individuos
genéticamente serían más vulnerables a responder a las circunstancias
ambientales adversas, como el abuso sexual en la infancia, a través del desarrollo
de interés sexual en los niños (Alanko et. al, 2013). Dicho modelo de
interacción entre genes y medio ambiente podría integrar resultados de
diferentes tipos, tales como desviaciones tempranas del desarrollo neurológico
y experiencias adversas en la infancia, como el rechazo de los compañeros de la
niñez o la interacción sexual en la infancia con otros niños. Kohen (2006
citado en Alanko et. al, 2013) afirma que para otros fenotipos, se han
encontrado esos efectos de susceptibilidad determinados genéticamente. A partir
de los resultados de un meta-análisis sobre un polimorfismo funcional de la
enzima monoamino oxidasa A, se identificó la asociación entre el maltrato
infantil con el riesgo de desarrollar un comportamiento antisocial, lo que
constituye un factor de vulnerabilidad genética (Alanko et. al, 2013).
Desde un panorama
farmacológico enfocado al tratamiento de la pedofilia, se debe tener en cuenta
un contexto más amplio en esta rama, las parafilias. “Las parafilias se
caracterizan por impulsos sexuales intensos y recurrentes, fantasías o
comportamientos que implican objetos, actividades o situaciones poco
habituales” (Vargas, 2007, p. 145). Como la pedofilia es una de las principales
parafilias se puede tratar farmacológicamente como cualquier otra. “La
importancia del tratamiento médico en la terapia de las parafilias estriba en
que puede ser utilizado para cualquier tipo de parafilias, independientemente
de cómo se presente” (Vargas, 2007,
p.146). Por esta razón, no hay necesidad de especificar un tratamiento en
especial, como ocurre en el caso del tratamiento psicoterapéutico. Cabe aclarar
que para el tratamiento de la pedofilia se debe tomar en cuenta los dos tipos
de tratamientos mencionados (Vargas, 2007).Vale mencionar que el tratamiento farmacológico tiene dos
metas fundamentales, reducir el deseo sexual con medicamento que inhiban la
producción de testosterona y mejorar la salud psíquica del paciente con
medicamentos que mejoran el equilibrio psicológico y el humor (Devoto &
Aravena, 2003).
Teniendo esto en
cuenta, se puede proceder a los métodos utilizados actualmente para lograr una
“castración química” (reducir el deseo sexual químicamente), con la intención
de opacar los impulsos generados por las parafilias. Ahora, se debe entender las
causas biológicas de la excitación sexual, para lo cual la serotonina es vital
para entender este proceso. “La serotonina parece ser el neurotransmisor
más importante en la modificación de la
conducta sexual por métodos farmacológicos, se dispone de evidencias de que la
vía central de 5-HT es inhibidor de la conducta sexual” (Vargas, 2007, p.146).
Siguiendo a Vargas (2007), existen dos métodos para la inhibición sexual, el ya
mencionado que funciona aumentando la actividad de la serotonina, y otra inhibiendo
receptores de dopamina, esto es opuesto a la acción de la testosterona (hormona
sexual masculina) (Vargas, 2007).
Para combatir
parafilias también se utilizan andrógenos (sustancias que combaten los efectos
de las hormonas sexuales masculinas), el principal fármaco de esta gama es el
ACP (acetato de ciproterona). “Este agente puede ser utilizado como una
castración química, ya que ocasiona una completa reducción del impulso sexual y
de la excitación sexual donde el paciente es incapaz de tener erecciones”
(Vargas, 2007, p.147). El ACP bloquea los receptores androgénicos, reduciendo
la cantidad de testosterona plasmática (Vargas, 2007). Por otro lado, las semejanzas entre diferentes
enfermedades y la pedofilia han llevado a la utilización de medicamentos que
han mostrado eficacia en diferentes enfermedades mentales, entre estos
medicamentos se encuentran los antidepresivos, los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (SSRI) han sido utilizados por los psiquiatras en el
tratamiento de la pedofilia (Devoto & Aravena, 2003).
Discusión
Una vez realizado
una corta pero funcional investigación temática alrededor de la pedofilia, son
muchas las respuestas que hemos encontrado para resolver la pregunta más
concisa y compleja que planteamos: ¿por qué se da la pedofilia? Para esto se
dio una mirada neuroendocrinofisiológica y ambiental a través de diferentes
estudios que brindaron luces a la respuesta.
Los principales
resultados de la investigación retrataron que los trastornos del
neurodesarrollo están completamente ligados a la pedofilia, entre ellos, el
cociente intelectual bajo, la preferencia manual izquierda y la menor talla.
Además, diversos enfoques teóricos mencionaron alteraciones de la sustancia
gris en el área cortical, principalmente en el orbitofrontal y de la ínsula
(Peoppl et al., 2013 en Moya, 2015). De manera que la predisposición al
trastorno se relaciona con la alteración de la sustancia gris en el área
cortical, en el área prefrontal para la desinhibición conductual; añadiendo además,
la implicación del área temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual.
Junto a éstas, el lóbulo temporal derecho influye en implicaciones
hipersexuales en áreas subcorticales. Otra de las teorías arguye desniveles en
áreas temporolímbicas implicadas en la desinhibición y en estructuras del
lóbulo temporal para la regulación de la conducta sexual.
Otras de las
investigaciones responden que además de las estructuras anteriores,
enfermedades del lóbulo temporal derecho generan implicaciones hipersexuales en
áreas subcorticales en los ganglios basales no motores, hipotálamo y núcleos
septales. Además, Bradford (2006 en
Moya, 2015) la atribuye a la epilepsia del lóbulo temporal, síndromes
neuropsiquiátricos, lesiones septales, lesiones lóbulo frontal, lesiones
bilaterales del lóbulo temporal, esclerosis múltiples o a tumores en varias
zonas del cerebro. Por ejemplo, un tumor en el córtex derecho orbitofrontal
estaría ligado a la predisposición de la pedofilia ya que “el córtex
orbitofrontal está involucrado en la regulación del comportamiento social.
Lesiones adquiridas a muy tempranas edades impiden la adquisición de
conocimiento social y moral, la cual tendría como resultado un pobre juicio,
una reducción del control de los impulsos y sociopatía” (Burns & Swerlow,
2003).
Pasando estas
miradas neurocientíficas, también se referencian otros enfoques ambientales
contextualistas que hablan de la importancia de las lesiones cerebrales antes
de los seis años, además de acercamiento a neurotoxinas en el embarazo y los
primeros años de vida. Los principales resultados se asocian entre la sustancia
gris como principal fundamento en las investigaciones, añadiendo que la
sustancia blanca también es preponderante en este aspecto investigativo. Sin
embargo, las mismas investigaciones resultan divergentes al estar centradas en
estructuras particulares sin enfocarse integralmente en aspectos neuronales,
endocrinos, inmunológicos, genéticos y contextuales.
Desde una
perspectiva psicológica, enfoques como el conductismo explican la pedofilia
como una forma de aprendizaje del sujeto; deseos y conductas se deben a una
serie de reforzamientos antes estos y/o situaciones aversivas vividas, pudiendo
estas conductas ser corregidas con un condicionamiento diferente (Vargas, 2014).
Se debe entender que no es el único modelo factorial que trabaja la temática,
siendo muchos y en algunos casos, hasta mutifactoriales.
Si bien fueron
muchos los resultados específicos hallados sobre las alteraciones del
desarrollo encéfalo, “es muy difícil, aún hoy, establecer con precisión si
alguien podría ser un potencial pedófilo: muchos elementos permanecen oscuros y
exigen ulteriores estudios y pruebas” (Cucci, 2010, p. 23). Sin embargo, es
relevante la comprensión de que la pedofilia no es un fenómeno cada vez más
extendido, sino más estudiado y del que se habla más. Lo anterior se debe a que
con el surgimiento de nuevas redes electrónicas que permiten que la circulación
de material y comercio de niños, esto puede que haya incrementado. Empero, con
dicho trastorno, las pruebas y diagnósticos incrementa, por lo que la detección
de esta circulación se ha hecho un poco más sencilla, permitiendo tener más
cantidad de grupos de pedófilos, añadiendo un mayor interés por este estilo de
prácticas sexuales (Schinaia, 2011). Este mismo aumento de la visibilidad y
supuesto entendimiento del trastorno ha hecho que las personas se acerquen más
a estas nuevas tendencias, siendo ya de carácter social, en el que un aumento
del mercado permite que lleguen nuevos clientes, lo cual estaría ligado a
mejores formas de detección judicial y aumento en las especificidades desde
criterios diagnósticos.
Finalmente, algunas de las limitaciones que la presente investigación
encontró fue en la poca cantidad de referencias bibliográficas que den cuenta
de diversos marcos contingenciales lo suficientemente amplios para tener
diferentes enfoques que permitan una construcción más minuciosa. Lo anterior se
debe a que las principales investigaciones se enfoca alrededor de visiones sociales
y hermenéuticas, por lo que es importante mejorar el conocimiento tanto
genético como anatómico y bioquímico de la etiopatología de estas entidades
(parafílicas) lo que constituye un reto a nivel médico y social” (Márquez,
1994, p. 109-110). Este tipo de prácticas son pertinentes para el entendimiento
humano, pero también muy delicadas, por lo que debemos llevar una moral y ética
clara como investigadores para no caer en prejuicios o llegar a ser afectados
por un mundo algo confuso y despreciado.
Conclusiones
Para concluir se considera
pertinente enlistar los resultados encontrados en la presente investigación:
·
La visibilidad del trastorno aumentó
proporcionalmente a la producción de material pornográfico infantil (CP) en
redes como la deep web, marianas web, second life o mega.
·
La atracción erótica-sexual por los niños fue
referenciada por primera vez en el libro “Psychopathía Sexualis” de Richard von
Krafft-Ebing en 1890.
·
La pedofilia, desde el conductismo, es una forma
de aprendizaje del sujeto basada en deseos y conductas que se deben a los
reforzadores frente a estas.
·
El desarrollo sexual está implicado
filogenéticamente, guiado por los marcadores epigenéticos de los padres y
modulado por el desarrollo neuroquímico, nutricional y ambiental.
·
Los trastornos del desarrollo ligados a la
pedofilia son cociente intelectual bajo, preferencia manual izquierda y por
último la estatura o talla más baja.
·
Los pedófilos tienen peores resultados en tareas
ejecutivas que implican inhibición de respuesta, fluidez verbal y velocidad de
procesamiento.
·
La alteración de la sustancia gris en el área
cortical es pieza fundamental para entender la predisposición (Peoppl et al.,
2013 en Moya, 2015).
·
Becerra (2009), sin embargo, expone la
investigación de sustancia gris y blanca, en la que se relaciona el área
prefrontal para la desinhibición conductual, añadiendo además la implicación
del área temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual. Junto a éstas,
el lóbulo temporal derecho influye en implicaciones hipersexuales en áreas
subcorticales.
·
La epilepsia del lóbulo temporal, síndromes
neuropsiquiátricos, lesiones septales y del lóbulo temporal, junto con la
esclerosis o tumores, son grandes predisponentes de la pedofilia (Bradford,
2006 en Moya, 2015).
·
La etiología ambiental para la pedofilia se
centra en el contexto familiar aversivo para el sujeto, como el abuso sexual.
Añadiendo además lesiones antes de los 6 años o problemas con neurotoxinas en
el desarrollo.
·
Un meta-análisis del polimorfismo funcional de
la enzima monoamino-oxidasa A asociada con el maltrato infantil, evidenció una
vulnerabilidad genética predisponente de la pedofilia (comportamiento
antisocial, restricción social).
·
La farmacología trabaja la castración química,
la cual se basa en la vía central de 5-HT como inhibidor de la conducta sexual.
Esto se da aumentando la actividad de la serotonina o inhibiendo los receptores
de la dopamina, además también se usan andrógenos en este proceso. El principal
fármaco es el ACP, acetato de ciproterona.
·
Es importante “mejorar el conocimiento tanto
genético como anatómico y bioquímico de la etiopatología de estas entidades
(parafílicas) lo que constituye un reto a nivel médico y social” (Márquez,
1994, p. 109-110).
·
En definitiva, se halló un amplio campo de investigación
que se ha visto sesgado tajantemente por perspectivas hermenéuticas que en
contraste con las neuroanatómicas son muy extensas. Esto brinda un gran campo
por delante para investigaciones futuras sobre los trastornos parafílicos, los
cuales contarán con una mayor importancia a nivel macrocontextual, dadas sus
implicaciones morales y afectivas para la sociedad.
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Por: ÁLVARO PABÓN, DIANA CATALINA GUTIÉRREZ, LAURA CAMILA TORRADO, SEBASTIÁN ARDILA & ANDRÉS CRUZ MORA
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