Desmitificando la pedofilia.

Resumen
La atracción erótica-sexual hacia niños menores de trece años, durante al menos seis meses por parte de un sujeto de edad no inferior a dieciséis años, corresponde al trastorno denominado pedofília. Se ha profundizado en el estudio de las conductas sexuales consideradas como patológicas por las distintas transgresiones que implican. Como muestra de ello, la presente revisión teórica porciona una comprensión integral de la pedofilia,  posibles causas y desarrollo desde distintas aproximaciones de neurodesarrollo y epigenética. Como descubrimientos relevantes, el desarrollo sexual es influido filogenéticamente, guiado por los marcadores epigenéticos de los padres y modulado por el desarrollo neuroquímico, nutricional y ambiental. Desde la etiología ambiental, el contexto familiar aversivo para el sujeto, como el abuso sexual, lesiones previas a los seis años o problemas con neurotoxinas en el desarrollo, preceden a trastornos del desarrollo tales como un cociente intelectual bajo, preferencia manual izquierda, la estatura o talla más baja, entre otros. En términos neuropsicológicos, la predisposición al trastorno se relaciona con la alteración de la sustancia gris en el área cortical, en el área prefrontal para la desinhibición conductual; añadiendo además, la implicación del área temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual. Junto a éstas, el lóbulo temporal derecho influye en implicaciones hipersexuales en áreas subcorticales. Por otro lado, anomalías como la epilepsia del lóbulo temporal, síndromes neuropsiquiátricos, lesiones septales y del lóbulo temporal, la esclerosis o tumores, son grandes predisponentes de la pedofilia. Finalmente, se mencionan alternativas a nivel farmacológico para el tratamiento de esta condición sexual.
Introducción
Cuando se habla de la especie humana, se identifica como factor importante dentro de la evolución, las distintas conductas sexuales que se han desarrollado a través del tiempo. Dichas conductas, además de tener un componente biológico, tienen un componente social que también regula y normaliza el comportamiento sexual del humano según los contextos en los que éste se desenvuelve. Estas conductas sexuales reguladas y normalizadas según el contexto, desempeñan un papel fundamental en nuestra constitución como individuos y en la manera en la que nos desenvolvemos en sociedad, “y aunque entre miles de personas existen coincidencias de gustos sexuales, cada uno lo ha desarrollado y llevado a cabo de una manera particular por el simple hecho de que ningún sujeto está expuesto a las mismas y exactas condiciones que otro” (Vargas, 2014, p. 620).
Sin embargo, en la sociedad en la que estamos situados se percibe que existen ciertas conductas sexuales consideradas como patológicas o aberrantes por las distintas transgresiones que éstas implican, a nivel moral, jurídico, religioso, etc., entre las cuales se encuentra la pedofilia. La pedofilia se entiende en el imaginario colectivo de nuestra sociedad como una enfermedad incurable que define al individuo dentro de las categorías de pervertido y “enfermo sexual”. Se encuentra, por otro lado, que  en el campo investigativo se está viviendo una etapa transicional entre leyes que han ido quedando obsoletas y nuevas preguntas que surgen desde diferentes niveles de adaptación, readaptación y comprensión de quienes son considerados  enfermos, antes criminales y ahora situados en el horizonte de la etiopatología.
La palabra pedofilia, define la atracción erótica-sexual hacia los niños, tiene su origen en el griego páis-paidós, “muchacho” o “niño” y filía, “amistad” y se tiene registro de que fue usada por primera vez en el libro “Psychopathía Sexualis” de Richard von Krafft-Ebing en 1890 (Becerra, 2012). Esta atracción tiene como objeto principalmente a “niños menores de trece años, por un periodo de al menos seis meses, cometida por un sujeto de edad no inferior a dieciséis años” (Cucci, 2010, p. 20). Además de la definición anterior, es posible definir pedofilia en dos criterios principales según el DMS-V: primero, teniendo en cuenta fantasías sexuales recurrentes y atracción sexual con niños pre-púberes y púberes  y segundo, cuando se ejerce una acción que se desprende de esta atracción que haga que el individuo presente problemas para seguir una funcionalidad cotidiana normal (Moya, 2015). Por su parte, el conductismo entiende la pedofilia como una forma de aprendizaje del sujeto en donde deseos y conductas se deben a una serie de reforzamientos ante estos y/o situaciones aversivas vividas, pudiendo estas conductas ser corregidas con un condicionamiento diferente (Vargas, 2014).
En otras aproximaciones como el psicoanálisis se entiende que la idea del niño abusado que recrea la imagen del padre pedófilo, pasa a ser la posición central de un individuo que sitúa su deseo ya no en la diferencia de los sexos sino en la diferencia de las generaciones (Schinaia, 2011). “El psicoanálisis define el incesto (la pedofilia y la violación) como la irrupción del deseo sexual masculino al centro de la estructura familiar. Este impulso siempre implica relaciones de parentesco y disparidades de edad, poder y conocimiento” (Rodríguez, 2010, p.47). Por lo que se plantea entonces, que “precoces y severas frustraciones de la líbido y una prepotente agresividad, desempeñaban un papel crucial en la génesis de la perversión pedofílica. Los mecanismos básicos de introyección y proyección, procesos activados normalmente durante las primeras fases del desarrollo del yo, se sustituían para conseguir la satisfacción necesaria para el amor vital, así como para neutralizar los impulsos agresivos” (Schinaia, 2011, p. 84).
En otros estudios, varios datos señalan que se trata de un factor de riesgo para la reincidencia sexual y que los pedófilos son una categoría distinguible de otros agresores ya que el interés sexual en niños no es una variable que se distribuya en toda la población. En el seguimiento de distintos grupos de este tipo de agresores, los abusadores de menores mostraron mayor especialización en delitos sexuales que los abusadores de adultos (Herrero, 2013). En adición, González (2012) caracteriza a los abusadores como personas que pueden provenir de cualquier clase social, vivir en un medio bien sea urbano o rural y tener cualquier nivel educacional, orientación sexual y estado civil.
El contexto actual se evidencia un gran flujo de pornografía infantil (CP) y el mismo tráfico de menores en redes como la Deep Web, Marianas Web, Second Life o MEGA. Diferentes investigaciones revelan que gran parte de agresores sexuales, estuvieron expuestos en su infancia a pornografía infantil, lo que suscita su interés sexual en beneficio del agresor (Castillo, 2013). A partir de lo mencionado, se considera relevante realizar una aproximación desde un recuento teórico-bibliográfico. Lo anterior con el objetivo de observar y entender la pedofilia desde una comprensión global, en donde se tengan en cuenta tanto los factores biológicos y neurobiológicos, como los ambientales implicados en las causas y en el desarrollo. Dichos elementos tomados en cuenta en la comprensión de esta conducta o selección sexual, permitirán recoger los hallazgos relevantes con relación a este trastorno que repercute a nivel social en la actualidad.
El término pedofilia es usado principalmente  por psicólogos y psiquiatras, pero se ausenta de los códigos penales y de la literatura jurídica y es usado aún en menor medida en documentos de la iglesia; sin embargo, se halla en mayor cantidad en noticias y en el lenguaje ciudadano común (Elizari, 2011). Dentro de la concepción cotidiana, se han creado una cierta cantidad de mitos alrededor de  esta condición que dificultan la comprensión de la pedofilia y, por esta línea, se hace difícil poder pensar en otros posibles tratamientos que permitan la reintegración del individuo que presenta estos comportamientos dentro de una convivencia sana en sociedad. No obstante, es importante tener en cuenta que muchos de estos mitos están configurados  por medio de distintos discursos de índole religiosa o jurídica enmarcados muchas veces dentro de connotaciones morales y éticas que parten en gran medida del desconocimiento del desarrollo y las causas de esta llamada enfermedad.
Una visión integral de este trastorno y la comprensión de por qué ocurre, permitiría nuevos horizontes investigativos y de comprensión de la misma. Lo anterior, con el fin de desmitificar muchos de los imaginarios sociales alrededor de éste y plantear desde las distintas aproximaciones que abarcan factores importantes de neurodesarrollo y epigenética poco difundidos socialmente, otras formas viables de tratamientos y comprensiones que permitan alternativas frente a esta condición sexual que repercute fuertemente en la sociedad.
Desarrollo conceptual
En los cientos de años que llevamos como especie no es fortuito que los hombres elijan a las mujeres, esto surge de la selección natural y sexual de la evolución y junto a esta selección el gran orquestador es el cerebro, el cual es el órgano sexual sin parangón (Aranda, 2008). La pedofilia, como un tipo de selección sexual, claramente tiene sus fundamentos en el encéfalo y las alteraciones que pueda sufrir durante el neurodesarrollo, Sin embargo, es importante aclarar que no inhibe completamente al individuo, éste sigue teniendo diversas herramientas tales como el autocontrol conductual para afrontar esta situación (Becerra, 2009). El desarrollo sexual está determinado genéticamente desde el nacimiento y guiado además por las experiencias de los padres, sus marcadores epigenéticos y las modulaciones neuroquímicas, nutricionales y del ambiente. Cualquier alteración en los factores anteriormente mencionados se definirá como trastornos del neurodesarrollo. Algunas de las características que surgen son: un cociente intelectual bajo, preferencia manual izquierda y, por último, la estatura o talla más baja (Becerra, 2009).
En un primer estudio, se identificaron diferencias anatómicas y funcionales en distintas áreas del cerebro relacionadas con la orientación sexual, lo que sugiere que la pedofilia tiene una base neurológica (Moya, 2015). Para esta perspectiva hay dos correlatos neurológicos de la pedofilia. En primer lugar, el funcionamiento ejecutivo de determinadas áreas del cerebro, lo cual permite determinar factores de riesgo de quienes presentan el trastorno y quienes, no. En su estudio Kruger & Schiffer (2011 en Moya, 2015), evidenciaron que los pedófilos presentan deterioros neurocognitivos y de personalidad, pues durante el desarrollo de diferentes pruebas y cuestionarios obtuvieron valores reducidos en la escala de inteligencia y actuaciones más débiles en el procesamiento de la información, junto con altas puntuaciones de paranoia, psicopatía, signos de obsesión sexual y disfunción sexual.
Peoppl et al. (2013 en Moya, 2015) identificaron cambios estructurales en las áreas prefrontal, parietal, insular y límbica del cerebro de los pedófilos. Del mismo modo, afirman que presentan menor masa de sustancia gris en la amígdala derecha. Esto ocurre debido a que la intensa fijación, característica de quienes padecen de este trastorno, se vincula con la reducción de sustancia gris en el córtex insular izquierdo y en el córtex prefrontal dorsolateral (DLPFC), mientras que la preferencia por los niños menores de edad se debe a la menor cantidad de sustancia gris en el córtex orbitofrontal (OFC) y al giro angular bilateral. Lo anterior demuestra, según los autores, que la pedofília estaría relacionada con alteraciones de la sustancia gris en ambos córtex orbitofrontales y de la ínsula.
En segundo lugar, se realizó un estudio de las anomalías estructurales y funcionales observadas en el cerebro de los pedófilos. Algunas desviaciones se deben a estructuras y funciones cerebrales ligadas a una patología que aparece inesperadamente. Las tendencias pedófilas parecen estar ligadas a cambios de los lóbulos frontales, de la circunvolución primera y segunda del lóbulo temporal y de algunas zonas del lóbulo occipital (Krafft-Ebing, 1965 en Moya, 2015).
En otras investigaciones, Méndez y Shapira (2011 en Moya, 2015) encontraron que determinados trastornos cerebrales pueden ocasionar una predisposición a la atracción sexual hacia los niños debido a una desinhibición causada por una enfermedad frontal, preocupación sexual por enfermedades del lóbulo temporal derecho o hipersexualidad debido a alguna enfermedad subcortical en los ganglios basales no motores, hipotálamo y núcleos septales. Asimismo, es posible que las conductas pedófilas sean causadas por epilepsia del lóbulo temporal, síndromes neuropsiquiátricos postencefálicos, lesiones septales, lesiones del lóbulo frontal, lesiones bilaterales del lóbulo temporal, esclerosis múltiple y tumores en varias zonas del cerebro (Bradford, 2006 en Moya, 2015).Similar a esto, Hall & Hall (2007) hallaron que la epilepsia del lóbulo temporal y el síndrome de Kluver-Bucy (lesiones bilaterales en los lóbulos temporales), pueden llevar a un comportamiento hipersexual o hiposexuales. Lo cual indicaría que el lóbulo temporal está implicado en umbrales de discriminación y la excitación erótica.
También podemos encontrar un cuantioso trabajo realizado por Becerra (2009) en el cual se divide en tres los resultados en deficiencias del neurodesarrollo en individuos pedófilos:
1.    El cociente intelectual bajo está ligado con mayor número de víctimas y respuestas peáneas a estímulos sexuales de menores. Además, a menor CI, menor es la edad del niño en el que se está interesado sexualmente.
2.    Alta de preferencia manual izquierda en delincuentes sexuales que ataca a niños menores de 12 años. Los varones que tienen como grupo de interés sexual a niños prepúberes utilizan la mano izquierda en una proporción dos veces mayor que los que preferían sexualmente a las personas adultas.
3.    Se referencia una talla menor en los pedófilos que en sujetos de control sanos. Los delincuentes sexuales pedófilos-hebéfilos son significativamente más bajos que los sujetos controles, la talla de los delincuentes sexuales que actúan contra adultos se encuentra en un valor intermedio entre los grupos anteriores.
Desde las investigaciones neuropsicológicas son tres las teorías neuroanatómicas que sobresalen en el tema de la pedofilia: Las teorías frontales-disejecutivas, asociadas con una disfunción en la corteza prefrontal y con la desinhibición conductual; las teorías temporolímbicas implicadas en la desinhibición conductual y a estructuras profundas del lóbulo temporal en la regulación de la conducta sexual; y las teorías de la disfunción dual que defienden que los pedófilos sufrirían de disfunción en áreas temporolímbicas y frontales que generarían perturbación de los impulsos sexuales y desinhibición conductual.
Es importante acotar que, según lo que Becerra (2009) menciona, las alteraciones se encuentran en el volumen de la sustancia gris de cada tipo de estructura. Sin embargo, también afirma que se debe tener en cuenta más estructuras anatómicas que las mencionadas en estos primeros estudios. En las siguientes revisiones hechas por Becerra, diversos estudios se centran en las revisiones neuroanatómicas, entre ellas, la primera realiza una investigación mediante resonancia magnética (RM), en la que se emplea la morfometría para la revisión de la sustancia gris cortical, basándose en el enfoque de la teoría frontal-disejecutiva.
Los resultados encontrados en las investigaciones resaltan que los individuos con el trastorno presentan un “menor volumen de sustancia gris en los circuitos frontroestriales y en el estriado ventral, que se extendía en el núcleo accumbens y en la corteza orbitofrontal” (Becerra, 2009, p. 193). Esta deficiencia genera que una dificultad, más no una incapacidad, de inhibir sus conductas. Además, se agrega una “disminución significativa del volumen amigdalar derecho y una reducción bilateral de la sustancia gris del hipotálamo, regiones septales, sustancia innominada y base del núcleo de la estría terminal” (ibíd.), lo cual representa problemas anatómicos en áreas vitales en el desarrollo sexual. Sin embargo, este estudio cae en la crítica realizada por Becerra (2009) en el que las limitaciones estructurales impiden un acercamiento más claro.
En coherencia con lo anteriormente expuesto, durante estudios de resonancia magnética, Schiffer et al. (2006 en Hall & Hall, 2007) evidenciaron diferencias neuropsiquiatrícas entre los pedófilos y la población ordinaria. Se determinó que éstas recaen en ciertas características tales como alteraciones endocrinas y diferencias del lóbulo frontal unilateral y bilateral, del lóbulo temporal y de tipo cerebral, particularmente, irregularidades y/o diferencias frontocorticales. Así mismo, afirmaron la existencia de una disminución del volumen de la materia gris en el cuerpo estriado, la ínsula, la corteza orbitofrontal y en el cerebelo de los pedófilos. Así pues, concluyen que dichos cambios pueden implicar la existencia de trastornos de atributos neurofisiológicos.
Un estudio decidió hacer casos comparados entre pedófilos con un grupo de delincuentes no sexuales para evidenciar la implicación de la sustancia gris y la sustancia blanca. Aquí se encontraron los siguientes hallazgos:
[...] Asociaciones negativas entre la pedofilia y los volúmenes de la sustancia blanca bilateral de los lóbulos parietales y temporales. Las regiones con el volumen más bajo de sustancia blanca eran contiguas a dos grupos mayores de fibras, como el fascículo frontooccipital superior y el fascículo arcuato derecho”. No obstante, los resultados demostraron que las “diferencias aparecen en la sustancia blanca, en fascículos que conectan regiones corticales que responden a señales sexuales (Becerra, 2009, p. 193-194).
En otra investigación se revisó la activación de diferentes áreas cerebrales mediante la estimulación visual emocional y erótica en grupos de pedófilos y grupos de control, esto mediante la utilización de resonancias magnéticas funcionales. Los resultados evidenciaron una estimulación erótica en tres regiones: corteza prefrontal dorsolateral, hipotálamo y sustancia gris periacueductal. Además, una menor activación en la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal dorsolateral, lo cual representa una alteración del interés sexual en personas maduras (Becerra, 2009).
Uno de los enfoques de este estudio logró determinar que las activaciones cerebrales dadas por pedófilos heterosexuales son equiparables a la del grupo de control frente a estímulos sexuales contingentes para cada grupo. La activación se da en “diferentes estructuras límbicas (amígdala, giro cingulado e hipocampo), sustancia negra, núcleo caudado, corteza del cíngulo anterior, diferentes núcleos talámicos y corteza asociativa” (Becerra, 2009, p. 194). No obstante, los pedófilos no presentan activación en la corteza orbitofrontal durante la estimulación visual, añadiendo una actividad reducida en la corteza prefrontal dorsolateral (Becerra, 2009).
Estas imágenes sexualmente contingentes permiten la activación de áreas cerebrales como la corteza occipitotemporal y prefrontal, encargadas en el procesamiento visual emocional, añadiendo además, una activación del tálamo, el globo pálido y el estriado en el grupo de pedófilos y no en el de control. “El procesamiento central de éstos es comparable en ambos, mientras que el patrón de activación cerebral mostrado es diferente”  (Becerra, 2009, p. 194). Las conclusiones a las que llegó Becerra en su trabajo corresponden a que los trastornos y alteraciones en el neurodesarrollo predisponen a desarrollar pedofilia, la cual está ligada a un “CI bajo, una preferencia manual izquierda, menor talla física, menor volumen de sustancia blanca […]” (ibíd.). Es necesario entender que estas características no son las únicas presentes en la enfermedad ya que sólo cumplen el papel de predisponentes y no de determinantes, por lo cual se debe observar el desarrollo hormonal derivado de estas alteraciones, los factores ambientales-contextuales y la educación (Becerra, 2009).
Desde un enfoque ambiental, es posible determinar que la pedofilia está relacionada con la demora en el nacimiento y una edad elevada de la madre. También, traumatismos antes de los 6 años de edad están ligados con trastornos de control de impulsos. Blanchard et al., (2002) observaron que en las biografías de los pedófilos se halla la acumulación de lesiones en la cabeza que implican pérdida del conocimiento durante la infancia. Estas deficiencias en el neurodesarrollo podrían representar fenotipos que predisponen el interés sexual hacia los niños, como niveles bajos de inteligencia y desarrollo endocrino alterado en la capacidad de respuesta (Becerra, 2009). Además, se añade que los pedófilos que han estado en revisión bajo resonancia magnética suelen tener peores resultados en las tareas de función ejecutiva que implican la inhibición de respuesta y la fluidez verbal, así como la velocidad de procesamiento (Alanko et. al, 2013).
Las teorías sobre la etiología ambiental de los delitos sexuales hacen hincapié en el papel de los ambientes familiares adversos. Por ejemplo, el abuso sexual en la infancia ha demostrado ser notificado con mayor frecuencia por abusadores sexuales de niños. Es posible que la probabilidad de que tales experiencias resulten en el interés sexual en los niños pueda variar de acuerdo con una susceptibilidad de la persona genéticamente determinada a las influencias ambientales (Alanko et. al, 2013). Murray (2010) señala un estudio realizado por Curry (1993) con 135 pedófilos, donde se encontró que el 33% de los pedófilos prefería solo varones, el 44% prefería niñas y el 23% había abusado tanto niños como niñas; además, se encontró que el 42% de los pedófilos afirmaron  haber sido víctimas de abuso en la infancia y, admitieron que preferían elegir víctimas con edades cercanas a la propia cuando experimentaron ser víctimas sexuales.
Así pues, una posible manera de conceptualizar la potencial interacción de una predisposición genética con las experiencias perjudiciales, es considerar un modelo de interacción entre genes y medio ambiente. Esto significa que algunos individuos genéticamente serían más vulnerables a responder a las circunstancias ambientales adversas, como el abuso sexual en la infancia, a través del desarrollo de interés sexual en los niños (Alanko et. al, 2013). Dicho modelo de interacción entre genes y medio ambiente podría integrar resultados de diferentes tipos, tales como desviaciones tempranas del desarrollo neurológico y experiencias adversas en la infancia, como el rechazo de los compañeros de la niñez o la interacción sexual en la infancia con otros niños. Kohen (2006 citado en Alanko et. al, 2013) afirma que para otros fenotipos, se han encontrado esos efectos de susceptibilidad determinados genéticamente. A partir de los resultados de un meta-análisis sobre un polimorfismo funcional de la enzima monoamino oxidasa A, se identificó la asociación entre el maltrato infantil con el riesgo de desarrollar un comportamiento antisocial, lo que constituye un factor de vulnerabilidad genética (Alanko et. al, 2013).
Desde un panorama farmacológico enfocado al tratamiento de la pedofilia, se debe tener en cuenta un contexto más amplio en esta rama, las parafilias. “Las parafilias se caracterizan por impulsos sexuales intensos y recurrentes, fantasías o comportamientos que implican objetos, actividades o situaciones poco habituales” (Vargas, 2007, p. 145). Como la pedofilia es una de las principales parafilias se puede tratar farmacológicamente como cualquier otra. “La importancia del tratamiento médico en la terapia de las parafilias estriba en que puede ser utilizado para cualquier tipo de parafilias, independientemente de cómo se presente” (Vargas,  2007, p.146). Por esta razón, no hay necesidad de especificar un tratamiento en especial, como ocurre en el caso del tratamiento psicoterapéutico. Cabe aclarar que para el tratamiento de la pedofilia se debe tomar en cuenta los dos tipos de tratamientos mencionados (Vargas, 2007).Vale mencionar que el tratamiento farmacológico tiene dos metas fundamentales, reducir el deseo sexual con medicamento que inhiban la producción de testosterona y mejorar la salud psíquica del paciente con medicamentos que mejoran el equilibrio psicológico y el humor (Devoto & Aravena, 2003).
Teniendo esto en cuenta, se puede proceder a los métodos utilizados actualmente para lograr una “castración química” (reducir el deseo sexual químicamente), con la intención de opacar los impulsos generados por las parafilias. Ahora, se debe entender las causas biológicas de la excitación sexual, para lo cual la serotonina es vital para entender este proceso. “La serotonina parece ser el neurotransmisor más  importante en la modificación de la conducta sexual por métodos farmacológicos, se dispone de evidencias de que la vía central de 5-HT es inhibidor de la conducta sexual” (Vargas, 2007, p.146). Siguiendo a Vargas (2007), existen dos métodos para la inhibición sexual, el ya mencionado que funciona aumentando la actividad de la serotonina, y otra inhibiendo receptores de dopamina, esto es opuesto a la acción de la testosterona (hormona sexual masculina) (Vargas, 2007).
Para combatir parafilias también se utilizan andrógenos (sustancias que combaten los efectos de las hormonas sexuales masculinas), el principal fármaco de esta gama es el ACP (acetato de ciproterona). “Este agente puede ser utilizado como una castración química, ya que ocasiona una completa reducción del impulso sexual y de la excitación sexual donde el paciente es incapaz de tener erecciones” (Vargas, 2007, p.147). El ACP bloquea los receptores androgénicos, reduciendo la cantidad de testosterona plasmática (Vargas, 2007). Por otro lado, las semejanzas entre diferentes enfermedades y la pedofilia han llevado a la utilización de medicamentos que han mostrado eficacia en diferentes enfermedades mentales, entre estos medicamentos se encuentran los antidepresivos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (SSRI) han sido utilizados por los psiquiatras en el tratamiento de la pedofilia (Devoto & Aravena, 2003).
Discusión
Una vez realizado una corta pero funcional investigación temática alrededor de la pedofilia, son muchas las respuestas que hemos encontrado para resolver la pregunta más concisa y compleja que planteamos: ¿por qué se da la pedofilia? Para esto se dio una mirada neuroendocrinofisiológica y ambiental a través de diferentes estudios que brindaron luces a la respuesta.
Los principales resultados de la investigación retrataron que los trastornos del neurodesarrollo están completamente ligados a la pedofilia, entre ellos, el cociente intelectual bajo, la preferencia manual izquierda y la menor talla. Además, diversos enfoques teóricos mencionaron alteraciones de la sustancia gris en el área cortical, principalmente en el orbitofrontal y de la ínsula (Peoppl et al., 2013 en Moya, 2015). De manera que la predisposición al trastorno se relaciona con la alteración de la sustancia gris en el área cortical, en el área prefrontal para la desinhibición conductual; añadiendo además, la implicación del área temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual. Junto a éstas, el lóbulo temporal derecho influye en implicaciones hipersexuales en áreas subcorticales. Otra de las teorías arguye desniveles en áreas temporolímbicas implicadas en la desinhibición y en estructuras del lóbulo temporal para la regulación de la conducta sexual.
Otras de las investigaciones responden que además de las estructuras anteriores, enfermedades del lóbulo temporal derecho generan implicaciones hipersexuales en áreas subcorticales en los ganglios basales no motores, hipotálamo y núcleos septales. Además,  Bradford (2006 en Moya, 2015) la atribuye a la epilepsia del lóbulo temporal, síndromes neuropsiquiátricos, lesiones septales, lesiones lóbulo frontal, lesiones bilaterales del lóbulo temporal, esclerosis múltiples o a tumores en varias zonas del cerebro. Por ejemplo, un tumor en el córtex derecho orbitofrontal estaría ligado a la predisposición de la pedofilia ya que “el córtex orbitofrontal está involucrado en la regulación del comportamiento social. Lesiones adquiridas a muy tempranas edades impiden la adquisición de conocimiento social y moral, la cual tendría como resultado un pobre juicio, una reducción del control de los impulsos y sociopatía” (Burns & Swerlow, 2003).
Pasando estas miradas neurocientíficas, también se referencian otros enfoques ambientales contextualistas que hablan de la importancia de las lesiones cerebrales antes de los seis años, además de acercamiento a neurotoxinas en el embarazo y los primeros años de vida. Los principales resultados se asocian entre la sustancia gris como principal fundamento en las investigaciones, añadiendo que la sustancia blanca también es preponderante en este aspecto investigativo. Sin embargo, las mismas investigaciones resultan divergentes al estar centradas en estructuras particulares sin enfocarse integralmente en aspectos neuronales, endocrinos, inmunológicos, genéticos y contextuales.
Desde una perspectiva psicológica, enfoques como el conductismo explican la pedofilia como una forma de aprendizaje del sujeto; deseos y conductas se deben a una serie de reforzamientos antes estos y/o situaciones aversivas vividas, pudiendo estas conductas ser corregidas con un condicionamiento diferente (Vargas, 2014). Se debe entender que no es el único modelo factorial que trabaja la temática, siendo muchos y en algunos casos, hasta mutifactoriales.
Si bien fueron muchos los resultados específicos hallados sobre las alteraciones del desarrollo encéfalo, “es muy difícil, aún hoy, establecer con precisión si alguien podría ser un potencial pedófilo: muchos elementos permanecen oscuros y exigen ulteriores estudios y pruebas” (Cucci, 2010, p. 23). Sin embargo, es relevante la comprensión de que la pedofilia no es un fenómeno cada vez más extendido, sino más estudiado y del que se habla más. Lo anterior se debe a que con el surgimiento de nuevas redes electrónicas que permiten que la circulación de material y comercio de niños, esto puede que haya incrementado. Empero, con dicho trastorno, las pruebas y diagnósticos incrementa, por lo que la detección de esta circulación se ha hecho un poco más sencilla, permitiendo tener más cantidad de grupos de pedófilos, añadiendo un mayor interés por este estilo de prácticas sexuales (Schinaia, 2011). Este mismo aumento de la visibilidad y supuesto entendimiento del trastorno ha hecho que las personas se acerquen más a estas nuevas tendencias, siendo ya de carácter social, en el que un aumento del mercado permite que lleguen nuevos clientes, lo cual estaría ligado a mejores formas de detección judicial y aumento en las especificidades desde criterios diagnósticos.
Finalmente, algunas de las limitaciones que la presente investigación encontró fue en la poca cantidad de referencias bibliográficas que den cuenta de diversos marcos contingenciales lo suficientemente amplios para tener diferentes enfoques que permitan una construcción más minuciosa. Lo anterior se debe a que las principales investigaciones se enfoca alrededor de visiones sociales y hermenéuticas, por lo que es importante mejorar el conocimiento tanto genético como anatómico y bioquímico de la etiopatología de estas entidades (parafílicas) lo que constituye un reto a nivel médico y social” (Márquez, 1994, p. 109-110). Este tipo de prácticas son pertinentes para el entendimiento humano, pero también muy delicadas, por lo que debemos llevar una moral y ética clara como investigadores para no caer en prejuicios o llegar a ser afectados por un mundo algo confuso y despreciado.
Conclusiones
Para concluir se  considera pertinente enlistar los resultados encontrados en la presente investigación:
·         La visibilidad del trastorno aumentó proporcionalmente a la producción de material pornográfico infantil (CP) en redes como la deep web, marianas web, second life o mega.
·         La atracción erótica-sexual por los niños fue referenciada por primera vez en el libro “Psychopathía Sexualis” de Richard von Krafft-Ebing en 1890.
·         La pedofilia, desde el conductismo, es una forma de aprendizaje del sujeto basada en deseos y conductas que se deben a los reforzadores frente a estas.
·         El desarrollo sexual está implicado filogenéticamente, guiado por los marcadores epigenéticos de los padres y modulado por el desarrollo neuroquímico, nutricional y ambiental.
·         Los trastornos del desarrollo ligados a la pedofilia son cociente intelectual bajo, preferencia manual izquierda y por último la estatura o talla más baja.
·         Los pedófilos tienen peores resultados en tareas ejecutivas que implican inhibición de respuesta, fluidez verbal y velocidad de procesamiento.
·         La alteración de la sustancia gris en el área cortical es pieza fundamental para entender la predisposición (Peoppl et al., 2013 en Moya, 2015).
·         Becerra (2009), sin embargo, expone la investigación de sustancia gris y blanca, en la que se relaciona el área prefrontal para la desinhibición conductual, añadiendo además la implicación del área temporolímbica para la inhibición y la conducta sexual. Junto a éstas, el lóbulo temporal derecho influye en implicaciones hipersexuales en áreas subcorticales.
·         La epilepsia del lóbulo temporal, síndromes neuropsiquiátricos, lesiones septales y del lóbulo temporal, junto con la esclerosis o tumores, son grandes predisponentes de la pedofilia (Bradford, 2006 en Moya, 2015).
·         La etiología ambiental para la pedofilia se centra en el contexto familiar aversivo para el sujeto, como el abuso sexual. Añadiendo además lesiones antes de los 6 años o problemas con neurotoxinas en el desarrollo.
·         Un meta-análisis del polimorfismo funcional de la enzima monoamino-oxidasa A asociada con el maltrato infantil, evidenció una vulnerabilidad genética predisponente de la pedofilia (comportamiento antisocial, restricción social).
·         La farmacología trabaja la castración química, la cual se basa en la vía central de 5-HT como inhibidor de la conducta sexual. Esto se da aumentando la actividad de la serotonina o inhibiendo los receptores de la dopamina, además también se usan andrógenos en este proceso. El principal fármaco es el ACP, acetato de ciproterona.
·         Es importante “mejorar el conocimiento tanto genético como anatómico y bioquímico de la etiopatología de estas entidades (parafílicas) lo que constituye un reto a nivel médico y social” (Márquez, 1994, p. 109-110).
·         En definitiva, se halló un amplio campo de investigación que se ha visto sesgado tajantemente por perspectivas hermenéuticas que en contraste con las neuroanatómicas son muy extensas. Esto brinda un gran campo por delante para investigaciones futuras sobre los trastornos parafílicos, los cuales contarán con una mayor importancia a nivel macrocontextual, dadas sus implicaciones morales y afectivas para la sociedad.

FERENCIAS
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Por: ÁLVARO PABÓN, DIANA CATALINA GUTIÉRREZ, LAURA CAMILA TORRADO, SEBASTIÁN ARDILA & ANDRÉS CRUZ MORA

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