Un tesoro al lado de una cafetería.

Un recorrido por uno de los lugares menos reconocidos de nuestra capital, lleno de historia y magia que buscar rememorar las principales áreas arqueológicas que habitaron nuestros predecesores indígenas.
ÁLVARO JAVIER PABÓN

alvarojp_30@hotmail.com


Cuando entramos a tierras desconocidas no sabemos con qué nos podemos topar, cosas buenas y malas pueden pasar, pero nunca sabremos el resultado si no intentamos buscar aquello que no conocemos, cuando nos quedamos atrapados en la cotidianeidad muchas cosas se pierden, pero cuando conseguimos entrar, la belleza puede hacernos querer encontrar más, esa es la maldición de la historia.
Cuando decidí investigar sobre los mejores museos en Bogotá,  muy pocos conocían al Museo Arqueológico Casa Marqués de San Jorge, pero definitivamente el museo si conoce la capital, es una referencia arquitectónica del siglo XVIII de dos pisos y diez habitaciones que albergan todo tipo de piezas historias del país, incluso en una de sus recamaras al público alberga una cafetería OMA, que sirve como anzuelo para aquellos que tiene unas cuantas monedas de más y algún tiempo para pasear, hablar y ver algo que quizás no habían visto. Si bien su ubicación se puede  considerar “central”, llegar a la casa colonial no es tarea fácil, y más cuando no se conoce suficiente la ciudad. Cuando nos dejan en el lugar donde todos los taxistas dejan a los turistas, el parque Santander, comienza la travesía: los vigilantes del Museo del Oro responden - ¿el museo qué? La gente hace cara de “¿qué?” cuando preguntas. La sensación es rara, no saber si se está buscando lo imposible, o si lo que busco puede llegar a valer la pena o no, pues pareciese que cada vez el museo está más perdido que el  Dorado o en medio de una casona colonial…llena de tesoros. Incluso como la misma Teresa Toro, secretaria del museo nos dice “la verdad es que no aparecemos ni siquiera en los diez museos más importantes de Bogotá, y ni en las guías de turismo se encuentra”. Cuando hemos conseguido darles la dirección nos mandan a señas a buscar la carrera sexta para ahí seguir preguntado.  El que más o menos sabe, nos manda a punta de señas a explorar la carrera sexta, y seguir preguntando. La carrera sexta es la carrera cultural de Bogotá, sedes de la Universidad Libre, varios museos como el Museo de Arte Colonial, el Teatro Colón y el Centro Cultural Gabriel García Márquez. En la biblioteca Luis Ángel Arango, en la cual, por causas de despiste se termina preguntando por el museo, y nos mandan a la siguiente calle, donde un vigilante cansado nos dice que abramos el bolso para poder entrar a la casa de la moneda, es un paisaje demasiado familiar, al igual que los demás museos famosos, nuestro objetivo es otro, así que ahora nuestra búsqueda nos lleva a volver sobre la sexta y seguir bajando; incluso, en la búsqueda de lo diferente, la sexta nos muestra un mar de eventos y diferentes historias, desde las artesanías en el suelo de los vendedores ambulantes, hasta grandes almacenes religiosos e incluso la Fundación Rafael Pombo. Un mar abrumador que exige todo de nosotros para siquiera poder comprender aquel paisaje, lleno de cientos de pequeñas muestras de cultura bogotana, como un espejo sobre lo que ocurre con la popularidad del museo Casa Marqués de San Jorge.
 Todo nació en 1972 cuando el Banco Popular crea el FPC, o fondo de promoción de la cultura, como la iniciativa de organizar en la capital de país lo más representativo del arte de loza precolombina. Antes de ser museo, la casa colonial albergó desde el maestre Agustín Londoño hasta Jorge Miguel Lozano de Peralta, el más representativo y denominado en 1787 por la corona española como Marqués de San Jorge. Sin embargo,  el Marqués nunca vivió en la casa, pero sí fue su propietario, llegó a tener veinte mil hectáreas en la Sabana de Bogotá, diez mil vacas y más de cincuenta y ocho esclavos. Empero, el Marqués nunca fue Marqués directamente, heredó su posición social, la cual desarrolló desde los diecinueve años y se convirtió en miembro de importantes cofradías en la sabana capitalina; el Marqués debía pagar impuestos al Consejo de Indias, pero se negó a pagarlos, por lo que fue acusado de corrupto y el rey ordenó su reclusión, lo que lo obligó a huir de Santa Fe y murió en Cartagena de Indias.
MUSA
Desde muy temprano, a las ocho y treinta de la mañana, cuatro celadores, dos empeladas de servicio general, una empleada de cafetería y la secretaria  llegan a su punto de trabajo, abren las puertas y organizan las oficinas para las labores diarias. Es un sitio grande, lo que hace sentir aún más la sensación de vacío, los dos vigilantes hablan un rato en la gran fuente, mientras organizan las sillas y barren un poco, no hay sistemas de vigilancia, la secretaria abre las puertas de su lugar de trabajo, y ve como sus vecinos del café hacen lo mismo, no son muchas habitaciones, pero todas guardan recuerdos. Mientras en el segundo piso, cubierto de murales que durante años han sido muestra de la belleza de la casa, último empleado abre las puertas, enciende la luz y se sienta a escuchas música en un lugar estratégico. El aíre es tranquilo, no hay escándalos ni preocupaciones, incluso con la visita de alguno desconocido no se preocupan por vigilarlo, con solo pagar la boleta se tiene vía libre a toda la casa, incluso a pasar cuerda de seguridad y tocar las piezas de cerámica, no hay cámaras de seguridad, pero aun así nunca se han robado nada, incluso en la última parte del museo una  habitación con una amplia colección de cerámica funeraria descansa un cuaderno, cuaderno donde sus visitantes pueden escribir su comentario sobre el museo, sus experiencias y recomendaciones, hasta una que otra carta de amor sale a relucir.
 El museo recibe a todo tipo de invitados: desde grupos escolares de jóvenes niños entusiasmados en realizar  los distintos talleres, los cuales se ofrecen especialmente para los menores, ya se considera que la consciencia sobre la cultura bogotana debe comenzar desde la niñez y así continuar hasta sus padres y abuelos. Para hacer conciencia histórica desde la niñez, hasta mayores. Como Miguel Antonio Bustos, secretario general del Fondo de Promoción de la Cultura comenta:
 “[…] trabajamos de la mano con educadores e investigadores, complementando actividades escolares e incentivando la investigación de nuestras piezas. Las familias juegan también un papel importante, ya sean casados o separados/as con hijos, a través de carreras de observación y talleres de modelado de arcilla, elaboración de collares, pulseras, máscaras precolombinas entre otros, cuyo objeto es transmitir experiencias enriquecedoras como puente entre el pasado y el presente.”
El museo no ha sido siempre un lugar que necesita de inversión para que lleguen visitantes, en 2008 se calcularon alrededor de veinte siete mil visitantes, cifra que se fue disminuyendo año tras año, veinte mil en 2009, doce mil, once mil, y catorce mil en los últimos dos años, pero este año los pronósticos no son favorables, hasta la fecha se han conseguido registrar solo 600 personas, las cifras no son alentadoras. En un buen día – los sábados- asisten cincuenta personas como máximo, otros son más lamentables, como los martes, donde se han llegado a registrar solo trece personas desde las 8:30 a.m hasta las 5 p.m. Teresa Toro, secretaria del museo y encargada de registrar las asistencias nos comenta con indignación este suceso, nos dice que es incomprensible el hecho de pagar a todos los empleados, los servicios y el mantenimiento de una casona para atender solo a trece personas, pero se molesta aún más cuando dice que el problema es de internet: “[…]Nuestro encargado registra veinte mil visitantes virtuales en la página oficial, pero eso no es lo que queremos, necesitamos los visitante físicos[…]”. Esta no es solo la situación preocupante, cuando asistimos al museo podemos encontrar otra particularidad, de la personas que ingresan al museo, un porcentaje habla con Teresa Toro, le consultan, sobre piezas arqueológicas y piden nombre de fuentes que les puedan servir, pero no entran al museo, solo anotan y toman fotografías a los libros que Teresa Toro les permite observar.
El problema de la reducción de asistentes se puede entender en su público objetivo, los niños estudiantes de Bogotá. Las instituciones educativas solo permiten tres salidas de campo a lo largo del año escolar, ambiental, cultural y científicas; el museo pertenece a la cultural, pero no solo el museo, el teatro y la danza entran también en juego, por lo que la situación es cada vez más complicada, y los que llaman al museo piden que la entrada sea gratuita, aun cuando los niños solo deben pagar mil pesos y los adultos tres mil.
Musa  no solo ofrece talleres didácticos, sino que posee una gran cantidad de cerámicas y arte colonial que aglomera diferentes épocas y hechos históricos, que van desde vasijas prehispánicas hasta representaciones antropomórficas de los asentamientos regionales. Entre sus principales colecciones se encuentran referencias de todo tipo que nos llevan en un paseo a través del camino de la historia de nuestro país y continente, observando tradiciones  Calima, Chimila, Muisca, Sinú, Tolima, y Tumaco. Pero no se queda ahí, también nos llevan a una de las mayores riquezas del país, los Quimbaya, que reflejan su desarrollo social y estructural en la producción de cerámica y orfebrería, contando con más de 15.000 piezas y una magnífica colección religiosa, salón de San Jorge, que como cámara del tiempo, conserva la época colonial en sus entrañas, permitiéndonos apreciar aquello que guardan, una convergencia de la antigua tradición precolombina de la cerámica, alimentada con la historia de la casa, el famosos dos por uno.  La cerámica es una expresión anterior a la orfebrería, e incluso son más representativos para la investigación, en una pieza de cerámica se ve más allá de los actos religiosos o muestras de superioridad, una sola pieza de cerámica nos referencia la vida cotidiana de una cultura, sus costumbres, cosmología y el diario vivir, cada pieza cuenta una historia, y cada historia nos cuenta una cultura. La casa, un  lugar como un mundo que nos traslada a otras épocas y que su misma soledad permite apreciarlo con mayor detenimiento y le hace pensar que pueden disfrutar de algo solo para ellos, solo para los afortunados que logren encontrarlo. Una gran colección de historia apreciada por muy pocos, pero por muy pocos nacionales porque foráneos , buscan fuentes primarias en investigación, saben de la existencia de MUSA desde sus propias tierras, ya que los tesoros de la casa provienen de Perú, Ecuador y Colombia, abarcando un extenso territorio  indígena que permite apreciar su gran importancia, no solo para los bogotanos, sino para gran parte de Sudamérica.
Sin embargo, la labor de preservar el museo no está estancada, ya que la principal labor del secretario general del FPC (Fondo de Promoción de la Cultura) es:
[…] hacer grandes esfuerzos para que el Musa, se conviertan en referentes de la ciudad y el país, para lo cual estamos trabajando en la renovación de los guiones museográficos, teniendo en cuenta las nuevas tendencias de la museología moderna. Como sabemos que el patrimonio es una construcción social, pretendemos proyectar al presente el legado de nuestros antepasados, involucrando a la comunidad, generando sentido de pertenencia, respeto y cuidado. 
Complementándose con la directora del FPC, María Cristina Vargas, “Nuestros antepasados lograron preservar su medio ambiente sin deteriorar los recursos naturales […] debe ser nuestra pauta para cuidar y conservar este legado.”

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