El Mecanismo Editorial en Bogotá entre el XIX-XX. Una aproximación historiográfica y editorial a las publicaciones periódicas entre los siglo XIX-XX (1881-1905) en Santa Fe de Bogotá. (Cap. 4. MECÁNICA EDITORIAL.)
MECÁNICA EDITORIAL.
El libro
es un vehículo de pensamientos
y de ideas en viaje por el mundo y la
eternidad ;
así como
él nos trae el pensamiento de los que ya fueron
y de los
que son, llevará a las generaciones venideras nuestras ideas.
Revista GRAPHICUS
3.1
El campo de batalla
3.1.1 Los
Comienzos
La mecánica editorial bogotana en el cambio
de siglo tiene un hecho recurrente, que es su escenario, el país, “la pólvora y
el ruido de sables y machetes fue la música de fondo que orquestó la vida”
(Castro, 1996). Una época en la que las dos últimas décadas del siglo XIX y la
primera del XX se desarrollan organismo a favor de la cultura nacional tales
como La Real Academia de la Lengua, La Academia Colombiana de Historia o La
Escuela Nacional de Bellas Artes.
En el sector del periodismo la tradición
colombiana ha sido muy diversa, desde la
aparición del primer papel periódico bogotano en 1785 de nombre circunstancial Aviso del Terremoto, pasando por
panfletos políticos, cómicos, tradicionalistas, liberales o publicistas, son
diversas e innumerable[1]
las publicaciones en el territorio cafetero, unas de vida extensa y otras de
muerte rápida. Según los Annales de la Universidad Nacional había en 1874 41
imprentas y 23 periódicos, y solo en Cundinamarca, principalmente en Bogotá,
había 12 imprentas y 23 periódicos. Esta actividad nos revela la importancia
progresiva que se veía en la ciudad desde mitad del siglo XIX.
En las investigaciones históricas de la
prensa en Colombia durante el cambio de siglo se ha encaminado hacia la fuente
documental de la historia de los partidos políticos o de debate entre la
iglesia y el estado, es por ello que la prensa de cambio de siglo es
considerada prensa política (Castellanos Prieto, 1995). Fuentes que revelan
todo un conjunto de símbolos, de adornos y de emblemas que generaban en los
consumidores del momento relaciones sociales, económicas y culturales, en
definitiva, publicaciones periódicas que se fundamentan como memoria social,
como blog de notas de su presente e historiadores para el futuro.
3.1.2 Sus Funciones
En su función historiográfica de la prensa
colombiana otra de las características que se queda en el vacío es la de la
inclusión del papel periódico en las diferencias de lo público y lo privado.
Sin embargo podemos ver que la prensa se caracterizaba por ser leída de manera
privada, hacía parte de los rituales cotidianos de los lectores, comprar el
papel – o recibirlo si era abonado- y leerlo tomando un café o después del
desayuno.
Sin
embargo ciertos tipos de periódicos – mejor dicho de información- eran para ser
leídas en público, para ser gritadas en medio del sonido de los cañones o de
las preguntas aglutinadas de la mañana después de algún acontecimiento, y es
que “las palabras son instrumentos que cada uno puede usar como desee” era la
forma de comunicación que cada tipo de prensa tomaba, podían pasar de dar
información del acontecimiento, de velocidad, u ofrecer información de larga
temporalidad o literatura.
Todo acontecimiento se desarrolla en un
tiempo corto, que luego puede alargarse, un tiempo corto en el que la vida se
construía y que puede ser el detonante de algo, una fracción que parece
imprevista pero que es el resultado de una cadena de acontecimientos que puede
llegar a ser igual de invisible o inconsciente.
Empero algo se presenta como constante del
proceso editorial en la venta de información, y es que la forma de comunicación
es la información, y tal como Villemessant, fundador de Le Figaro, dijo sobre
la información que los papeles ofrecen: “A mis queridos lectores, el incendio
en un techo en el Quartier Latin les es más importante que una revolución en
Madrid”. Pero en un país en donde solo el 10% vivía en las capitales, una
Bogotá en la que llegó la luz eléctrica en 1890, en donde la vida cotidiana se
iba modificando a medida que los servicios que se le prestaban se modernizaba,
las mentalidades cambiaban, las guerras se llevaban a los hombres y jóvenes a
combatir, y pocos se quedaban para trabajar en el desarrollo intelectual y
cultural, es por ello que hacer frente a la temática e intentar explotar las
ideologías modernistas era constante, la prensa ya no se quedaba en la
información explosiva, pasaba de primeras planas con noticias esporádicas a
información internacional, con pensamientos de una duración mayor. Como ejemplo
de esto podemos apreciar en el número 134 de El Nacionalista, del 29 de Junio
de 1898.
La privacidad es la característica básica
para dimensionar y comprender la sociedad capitalina, acompañada con sus formas
de expresión cultural dentro de una élite, los vínculos con la política del
momento como la regeneración.
Por las noches se rezaba el rosario, se
discutía en familia, se leía en voz alta o se hacían visitas sociales, pero en
relación al papel periódico la aparición de tertulias en las tiendas, boticas,
almacenes o chicherías (Castro, 1996) - dependiendo de las clases sociales-
fundamentó un lugar de discusión crítica de las noticias y la información. Las
tertulias y los movimientos de sociedades literarias, legales y
semiclandestinas fue un organismo que sirvió en la amplia difusión del
periódico, transformando su lectura en un acto colectivo, una lectura colectiva
acompañada de discusión y crítica compartida,
generando así la relación activa entre el periódico y el público
(Silvia, 1988).
3.2 Editor: El todero vestido de
intelectual
3.2.1 ¿Quién es el Hombre Llamado Editor?
Elaborar un hecho es construir. Es dar
soluciones a un problema, si se quiere. Y si no hay problema no hay nada
(Febvre, 1999). Esta es una de las
búsquedas del editor y sus productos. Algunos solo informan de las noticias, otros
evidencian las problemáticas hacia sus necesidades, pero en todos se crean
problemáticas, se crea un interrogante que busca solución en alguno de sus
números o de sus colaboradores.
A los editores se les solía llamar
directores, presidentes, representantes y no se usaba mucho el término editor;
sin embargo el editor tenía una labor complicada, debía innovar, pero sin
romper con sus lógicas editoriales, debía sorprender al lector mediante
contenido y presentación aceptable y vistosa, pero no podía pasar sus
limitaciones, es por ello que algunos editores trabajaban de manera más
sistemáticas que otros. Algunos intentaban soluciones revolucionarias, pero que
no llenaban al lector o al círculo.
Es importante tener en cuenta que existe por
parte de los editores, y el proceso editorial mismo, una búsqueda de la belleza
en las publicaciones, es una búsqueda en la perfección o profesionalización de
los procesos y los papeles, que empieza a determinar las funciones del editor
de un periódico, ya no es suficiente ser el único papel que habla sobre tales o
cuales temas, el editor empieza a pensar su producto más allá de la función
principal de informar, busca agradar, busca crear una simpatía en sus lectores.
El editor no se preocupa solamente por los contenidos que son expuestos en el
papel, se interesa en una representación clara y estéticamente acogedora al
lector. Los contenidos buscan ser menos acumulados en lo posible, sin embargo,
la organización de la época, que representa en cuatro páginas, hace que la
organización pase a segundo plano. Es una época de cambio, época en la que
comienzan los principios de una organización de mejor calada pero más costosa,
por lo que los editores realizan un balance sobre la necesidad, capacidad y
objetivos planteados.
3.2.2 ¿Y Cuál es su Función?
El editor “además de organizar libros, y
catalogarlos, abrió sus cursos de cuanta materia tenía noción: teología
política, mitología griega, romana, gramática, ortografía, idiomas
extranjeros.” (España, 2007, p. 58).
La principal función del editor es la
definición de las reglas básicas en las cuales se desarrollará su producto
editorial, las cuales pueden estar sujetas a asuntos políticos, económicos,
entre otros. Esta definición de los límites y funciones del papel se llama
editorializar, concepto anacrónico que define “los supuestos más amplios en que
se apoyaba su tarea; lo mismo que aclaró los temas que constituirán los asuntos
principales de la publicación”. Podemos apreciar en la presentación de cada uno
de los ejemplares de El Nacionalista,
en el cual evidenciaban cuales eran sus posturas, de donde salía y a quién
apoyaba, además a ello también nos muestra sus elecciones económicas para las
ventas y la publicidad, para ello veamos el número 1 del martes 23 de marzo de
1897 del papel periódico El Nacionalista.
Si bien cada editor tenía en sus manos una
concepción, presupuestos y líneas editoriales que aplicar, también es cierto
que definir a un editor es ir más allá de lo que podemos considerar en primera
medida; aunque pretendían seguir con sus filosofías, muchos editores se vieron
influenciados por la manera en la cual se estaba publicando en las empresas
editoriales más grandes, por tanto, muchos productos quedaban atrás y morían,
ya sea por la copia de ideas de otros, la mediocridad de los resultados e
inclusive por las normativas de la época. Muchas eran las ocasiones en las que
los periódicos se suspendían al segundo o tercer número, volviendo a surgir más
tarde, repitiendo su título o alterándolo levemente para enseguida volver a
desaparecer. Y
es que se producía en congruencia con las temáticas, las censuras o las
respuestas del mercado o las necesidades primarias de cada tipo de papel
periódico.
Algunas producciones tenían como objetivo el
solo informar durante un periodo de tiempo, o con un fin específico, ejemplo de
esto sería retomar nuevamente a El
Nacionalista el cual nació con el objetivo de promocionar una campaña
presidencial; luego están los periódicos que se fundamentaban en una idea o
temática a transmitir, como lo era El
Papel Periódico Ilustrado, el cual tenía como fin promocionar la cultura y
expandirla. En la misma partida diversos
papeles no podían continuar por la constante presión de las censuras impartidas
en el país, censura que se da en tres instancias: La moral, la religiosa y la
política (Silvia, 1988).
3.3 Una Preocupación Denominada
Censura
Para entender la censura en el cambio de
siglo debemos mirar la legislación,
específicamente La Regeneración, proceso que decidió restringir la
libertad de expresión en circunstancias específicas, “Mientras no se expida la
ley de imprenta, el Gobierno queda facultado para prevenir y reprimir los
abusos de la prensa.”[2]
Esta afirmación permitió que se generaran de doble partida las disposiciones de
censura en el territorio nacional, ya que los huecos que quedasen vacíos de la
ley de prensa eran llenados con las determinaciones particulares que el estado
de turno determinara (Castellanos Prieto, 1995).
La preocupación de los regeneradores se
consolidó en el artículo 42 de la Constitución de 1886 en donde se estipulaba
que la prensa “era libre en tiempos de paz, pero responsable con arreglo a las
leyes, cuando atente contra la honra de las personas el orden social o la
tranquilidad pública”. La censura es pues voluble, y en los momentos en que
fuese necesario estaría en disponibilidad del poder ejecutivo. Plus a ello se
decretó bajo el número 151 del 17 de febrero de 1888 el reaccionar en relación
a las estipulaciones del Código Penal para frenar los actos delictivos
expresados por publicaciones periódicas consideradas subversivas, como podrían
ser aquellas que generaban alarma social, ofendían derechos individuales, o
atacaban a personajes exteriores al país.
Otras causantes estaban ligadas al
catolicismo, ya sean comentarios o expresiones que se consideraran agresiones a
la religión católica, crear confusión en relación a expresiones legales,
ofensas a autoridades civiles o eclesiásticas o militares. Además las
publicaciones de noticas falsas llevaban también al procesamiento legal. En las
sanciones se presentaba la prohibición publicitar y de vender ejemplares en las
calles por el término entre quince días a seis meses, la incautación y la
destrucción de los ejemplares acusados y por último la suspensión definitiva.
Después se impartió la Ley 157 de 1896
la cual fue vigente por dos años hasta la publicación de la Ley 51 de 1898 que continuaba las mismas
prerrogativas de la anterior pero incluía otros aspectos legales de
procedimiento. Se determinaba además que los periódicos no debían ni podrían
recibir sustento económico por parte del gobierno o compañías extranjeras y se
obligaba a las imprentas a estar enviando copias de las publicaciones a
diferentes lectores que se encargaban de la revisión. Empero a la hora de
buscar un responsable ante la sociedad civil y jurisprudente era el editor de
las publicaciones quien debía responder ante las acusaciones y el ordenamiento
legal.[3]
Si bien la censura jugó un papel fundamental,
la creatividad del editor se veía influida constantemente por estos patrones
externos que lo obligaban a jugar en torno a unas reglas específicas y que
además permitían evidenciar su presencia. “Si bien al principio todos tienen un
formato parecido al de un libro, los editores pronto echan mano de su
imaginación e inventan otras formas, algunas de las cuales todavía prevalecen.”
(Alcalde, 1981, p. 15). No hay hecho en el que no pueda distinguirse una parte
de individualidad y una parte de social, una parte de contingencia y una parte
de regularidad (Braudel, 1968).
3.4
La Crítica, Otra Complicación Más
El mundo editorial se conjura en diferentes
partes, pero el editor es aquel que está en el desarrollo del medio, de los
lectores, de la crítica y de la censura.
Por tanto, debemos preguntarnos como se
afectaba la creatividad y la función del editor a partir de las leyes que se
concebían alrededor de los periódicos, ya que esto generaba una limitación
bastante fuerte en la articulación de contenido. Pero no podemos quedarnos
solamente en las limitaciones que eran impartidas por parte del estado, también
existe otra forma de exclusión, limitación, reducción o simplicidad en los
productos, y era la definición del círculo social que hablaba entorno al
periódico mismo, como ya habíamos mencionado, el círculo en el cual se
desenvuelven los editores y sus productos. Un círculo que oscila entre la
crítica literaria, las ideologías políticas, la crítica artística y lo
socialmente aceptado. En relación a la crítica, el editor se plantea en tres
puntos claves: un escrutinio riguroso de la verdad de los hechos; una extensa
descripción de las circunstancias que rodean el hecho; y reflexiones claras
junto con opiniones que sean ilustrativas y educativas.
En su
comunicación el editor forma un papel que se convierte en una extensión de sí,
una extensión que es una crítica y un criticado, un punto en medio de un
círculo que mira lo que hace. Y este es su mayor problema, lo socialmente
aceptado por este círculo generará un peaje que define qué cosas se publican y
cuales se quedan atrás, es un círculo que limita completamente la función del
editor, un editor que se desenvuelve en tres dimensiones, la imaginación (en su
desarrollo mental el editor se fundamenta en bases creativas que lo llevan a
divagar ampliamente sobre los contenidos, los modos y los alcances que el medio
escrito llega a representar.), el pensamiento (cuando el editor iguala la
balanza entre las posibilidades que se le permiten, tales como la financiación,
los colaboradores, la línea editorial y las leyes; todo frente a su
imaginación, la cual se acopla a sus búsquedas primarias.) y el trabajo (el
editor no solo corrige ortotipográficamente los contenidos, se encarga también
de contestar cartas, de buscar financiación, de resolver problemas, de
publicitar su producto, de elegir la imprenta y la organización de su producto
– usado para diferenciarse de otros en algunos casos).[4]
Sin embargo, no podemos pretender creer que
era un círculo completamente cerrado que no permitía nada, en realidad lo
permitían, solo que su apoyo o sus críticas sentenciaban el futuro real de
estos nuevos productos. Este círculo llega ser denominado en diferentes
discursos como un despotismo ilustrado. En definitiva, la crítica en el cambio
de siglo, según Alexandra Martínez “se constituye como una práctica de algunos,
mediada por su fama en la producción literaria o periodística y por su contacto
con el arte en otros contextos geográficos a través de viajes, intercambio epistolar
con amigos o por relaciones con viajeros que al pasar por la capital podían dar
cuenta de las novedades en otros países.”.
3.5
El papel periódico: El arma del editor
3.5.1 Actor de Tensión
La polarización política y cultural entre los
dos grandes partidos políticos cesó temporalmente en el plano militar, sin
embargo las disputas se mantuvieron en diversos planos en la vida diaria del
país. Uno de los escenarios principales de la contienda fueron los papeles
periódicos, formadores de opinión a través del círculo intelectual alfabetizado
que se informaba y formaba por medio de la lectura traída del exterior. El
circuito de los medios impresos se complementaba con los clubes de café de la
época, con la labor de los sacerdotes católicos desde los pupilos y con las
formas de socialización derivadas de la feligresía (Gonzáles, 2011). A pesar de
ello, algunos periódicos del cambio de siglo rompen con dos tendencias en su
uso: la de ser espacio de expresión específicamente política y la de ser órgano
de expresión de un partido político. Esta concepción nace por la impronta dada
por un grupo de individuos que concluye que el mercado se encuentra saturado de
panfletos políticos o fuentes de información sin cuerpo, ejemplo claro de esto
es El Nacionalista o El Diario Oficial en su proyecto
temático particular que puede ser apreciado en la síntesis temática de algunos
de sus ejemplares.
Los periódicos son estructuras de corta y
media duración que se convierten en un momento en el esqueleto de la sociedad.
Cuando observamos un periódico es importante ver el momento de su nacimiento,
observar su evolución técnica y de época con respecto o comparación de otros
antes que él, evidenciar fortalezas o similitudes. Esto nos sirve como una
línea de historia que representa las cualidades de trasformación y de creación
de conocimientos.
Como habíamos mencionado anteriormente con
relación a la búsqueda de los editores de romper con la temática, la aparición
de papeles de temáticas culturales fue en aumento, sin embargo a la lectura, la
escritura, el estudio y la música solo tenía acceso un porcentaje muy bajo de
la población y estas actividades estaban lejos de ser consideradas entretenidas
para la gran mayoría de los habitantes. Los periódicos funcionaban como
transferencias culturales, la difusión, gracias al cual muchas técnicas,
aptitudes, institución e ideas, tal como el alfabeto hasta las máquinas de
coser Singer, se han comunicado de una civilización a otra (Braudel, 1968).
Los periódicos de época se vieron inmersos en
dos puntos de desarrollo muy importante para el momento. En las ciudad los
ilustrados, la élite y los lectores asiduos buscan en los periódicos
representaciones bien hechas, claras y estéticamente aceptables, sin embargo
algunos de ellos renunciaban para dar primordial importancia a los contenidos y
a la información que en ellos se exponían, esto se debe a la necesidad de un
acercamiento de la información a quienes se encontraban completamente
involucrados en los conflictos. Además teniendo en cuenta a los lectores es de
gran importancia que los periódicos que apostaban a la creatividad y la
estética también fuesen de contenido asertivo ya que sus lectores compran
también la información que en estos se desenvuelven. Pero en este punto podemos
encontrar dos manera de información, está la de desarrollo inmediato que es la
necesitada por militares y guerreros, y la segunda es la información que apenas está llegando al país alrededor
de las ciencias, el arte y la cultura general.
3.5.2 ¿Y Cómo es el Producto Editorial?
Según María Teresa Herrán, el periódico de
época está atravesado por seis características básicas:
1. Sustentarse en la opinión de una minoría:
Los periódicos buscaban expresar lo que las minorías querían escuchar, pero una
minoría no es sinónimo de exclusión, en el cambio de siglo la minoría eran los
intelectuales encargados de la propagación de la información por medio de la
prensa.
Para ver un ejemplo de ello podemos ver el
número 16 de La Lucha en el que se
centra en honrar a una víctima de una familia en particular.
2. Estar mediado por discursos políticos. El
discurso político era la principal línea de acción de los papeles periódicos,
inclusive en aquellos que no poseían tendencias políticas era menester
mencionar que no poseían fijación alguna.
Para ello el primer número de El Nacionalista en su presentación lo
evidencia.
3. Responder a modelos retóricos extranjeros:
Otra de las fuentes era ver en publicaciones del extranjero una posibilidad de
homologarlos en el territorio nacional, ejemplo de esto es la formación de las
publicaciones ilustradas que seguían la de diversos diarios europeos.
En la sección de telegramas[5]
de El Herlado del sábado 11 de
febrero de 1899 nos evidencia la importancia de las comunicaciones con el
exterior del país en el desarrollo de la prensa y la información en la época.
4. Tener como propósito explicito el de
formar y educar: Esta es la principal forma en que los diarios se desenvuelven,
y es el llegar a un público determinado para implantar las concepciones de
educar y formar las mentes de los lectores, ya sea con fines políticos como El Nacionalista, o culturales como el Papel Periódico Ilustrado.
5. Buscar fortalecer la identidad nacional
desde una construcción intelectual y moral (ideología y credo): La construcción
de identidad, completamente ligada a una educación son los fundamentos por la
cual los editores formaban prensa, el expresar y expandir una idea.
Para evidenciar mejor este caso debemos de
ver El Papel Periódico Ilustrado en
todas las entregas en las cuales se expresaba la visión histórica de cada uno
de los próceres o políticos relevantes en la historia de Colombia. Por el
ejemplo el ejemplar número 3.
6. poseer un criterio de selección de
información que respalda una cultura de élite específica y dirigida a un
público preciso – que es al tiempo emisor y receptor de la información: No
basta con llegar al público, se debe informar adecuadamente, y además de ser
certeros, también debían informar en pro de los conocimientos de los
lectores y los ciudadanos, evidenciar
problemáticas, traer información médica o hechos noticiosos sobre relaciones
internacionales.
Un ejemplo es el hecho de una mujer pidiendo
por escrito que se le cuente la historia del país, y el escritor complaciéndola
en la publicación. Papel Periódico
Ilustrado, número 99.
Por tanto existen tres tipos de periódicos
que se forman en el cambio de siglo, estos son los políticos, los informativos
y los neutrales. Es lógico pensar que esta categorización puede llegar a ser
considerada extensa, los periódicos políticos son aquellos que se centran en su
línea editorial con la convicción de servir a un partido político, ejemplo de
ello es El Nacionalista que se
desarrolla en pro del Partido Nacional. Los informativos son aquellos que tiene
como única función la de llevar una noticia de un punto A al punto B sin
importar para quién va o cómo va dirigida, ejemplo de este podría ser el Diario Oficial que funciona a la orden
del estado pero que en su gran mayoría tiene como única finalidad exponer las
noticias informativas que surgen alrededor del estado. Por último los
periódicos neutrales son aquellos que se fundamentan en bajo la línea editorial
de estar alejados por completos del ámbito político y centrarse únicamente en
la cultura, la ciencia, la literatura y el ocio, ejemplo de este es el Papel Periódico Ilustrado.
Si bien es claro que los periódicos no
funcionan de maneras lineales y que sus contenidos y líneas editoriales pueden
variar de lado a lado, alternando entre una y otra según las publicaciones,
cada periódico tiene como base fundamental alguna de las anteriores, por ello
podemos encontrar en el Papel Periódico
Ilustrado hechos noticiosos e informativos sobre algunos de los sucesos más
importantes ocurridos durante el tiempo de su publicación. O El Nacionalista publicando fragmentos de
novelas y poemas que nada tiene que ver con sus ideologías políticas.
Sin embargo considero indispensable traer a
colación la clasificación de José María Samper quien las catalogaba en Oficial,
política, religiosa, científica, literaria e industrial. Esta clasificación más
amplia posee los mismos problemas expuestos con anterioridad, sin embargo
permite una mejor visión de las tipologías de la época.
Samper realiza a su vez tres grandes
caracteres del periódico: 1. El periódico es manifestación de un partido. 2. El
periódico es órgano de transmisión o comunicación psicológica. 3. El periódico
como empresa, está sujeto a las leyes económicas (Castellanos Prieto, 1995).
En las categorizaciones se pueden apreciar
diferentes maneras de dividir, distribuir o ver los papeles periódicos de la
época, sin embargo, también debemos recalcar la función de los medios impresos
en su trabajo como mediadores culturales de las cuales se dotó a la élite
intelectual y política para formar su propia visión de lo que debería ser una
comunidad de sentido que diera fundamento al Estado Nacional en construcción, a
la vez que le sirviera como mecanismo de legitimación. El propósito de formar
el Estado logró claridad cuando se resolvió el problema de fusionar la
comunidad de sentido, entendida como la unidad en cuanto a la memoria de un
pasado común, la unidad del territorio soberano, la unidad lingüista, la
homogeneidad religiosa y, sobre todo, la concepción de un destino común en el
que las funciones estatales de la gestión de lo público resultarían vitales
para la conducción de este tipo de productos (Anderson, 1993).
Al igual que las relaciones
de producción forman y definen un sistema socio-político, así las relaciones
entre grupos o entes emisores y receptores forman y definen un sistema
socio-comunicativo o socio-informativo. Si damos por válida esta premisa, el
valor de la prensa, de las formas de comunicación en general, se potencia
automáticamente como fuente de historia. No solo nos da información o noticia
mediada sobre un periodo o ciclo histórico, sino que se convierte en parte
fundamental de este periodo. (Álvarez, 1981, p. 27).
Y en estos medios masivos de comunicación hay
diferentes maneras de contar los acontecimientos que se registraron como
noticia, el análisis estratégico de los marcos busca explorar la relación entre
lo que piensan las personas y las estrategias que utilizan para comunicarlo.
Medios que son mediadores de significados que enfocan la construcción que hace
el público sobre la realidad a través de señales que vienen dentro de la
información y que indican como conectarla con ideas previas.
3.5.3 Ilustración, Publicidad y Mediación
Otro aspecto importante del que debemos
hablar un poco es el tema de la publicidad, ligada en este periodo con las
ilustraciones y los grabados; ambos complementarios y vieron en el otro una
manera de generar mejoras para la transmisión de información. La publicidad, en
tanto que el discurso publicitario engendra ciertos mensajes que los
espectadores adquieren, reaccionando contra estos y cambiando su entorno. Esto
genera una dialogicidad entre el discurso publicitario y la situación de
momento histórico en el que se dio, se modifican y se crean mutuamente, es más
una conversación bidireccional. En este sentido la publicidad que se aplica en
los periódicos del cambio de siglo tiene un sentido de completa relación del
lector junto con el contenido. En él el editor busca siempre la creación de
significados que vayan más allá de la simple imagen que fortalezca la
publicidad de un producto, a esto se le añade la utilización de publicidad
visual y textual junto con testimonio que busca usar la seriedad del periódico
y la veracidad de su información como punto de partida de las propuestas
publicitarias (Herrera, 2011). “El 90% de la publicidad impresa de la época era
de carácter farmacéutico, y ofrecía verdaderas panaceas para todos los males,
incluyendo los morales y sexuales, pasando por el guayabo y la tristeza.”
(Sánchez, 1998, p. 54).
Veamos un ejemplo de El Heraldo en su sección de Gacetilla, anuncios y publicidad
subjetiva como lo eran artículos comentados donde se promocionaba algún
medicamento en forma de vivencia de un cliente.
Para ello el número 859 nos servirá para
retratar la vivencia de la publicidad en la época.
Como pudimos apreciar la publicidad está
ligada a otra forma de expresión habitual en los periódicos de época, y es la
ilustración. En principio, la ilustración y el arte necesitan de un acto que
genere el contra poder. Una resistencia, resistencia a las muertes y guerras
civiles que aquejaban a la nación. Sin embargo, con el paso del tiempo las
ilustraciones y los grabados se alternaban entre la publicidad y la
ejemplificación, todo esto sin quitar méritos artísticos. Y basta decir, así mismo,
que fueron varias y de ilustre renombre y larga circulación las publicaciones
dedicadas, con principal y notorio espacio, a la información sobre el arte.
Cuando hablamos de los periódicos en Colombia
y del Papel Periódico Ilustrado
debemos entender que no fue el primero en el mundo, pero si se debe resaltar la
importancia que tuvo en el país a partir de sus desarrollos iconográficos que
van más allá de las primeras concepciones en las cuales se desarrollan los
grabados, tal como lo evidencia Martín Barbero, “La aparición de Penny Magazine
de Londres como periódico ilustrado pionero en el mundo marcó el inicio de la
primera cultura de masas de la modernidad, gracias a lo que denominaba
iconografía para usos plebeyos.” Ya no es una búsqueda de incentivos a las
clases bajas y el vulgo, como fue el principal uso de la iconografía, que era
educar a aquellos que no podían leer palabras. Sin embargo, en Colombia se crea
un juego de alta élite en la que los periódicos buscan llegar más allá de su
papel educador sin recibir represalias. Si bien es cierto que los diarios
usaron en mayor medida los grabados para fines publicitarios, la estética
editorial también tuvo gran importancia, principalmente desde las líneas
editoriales que definen ilustres agregados a sus terminaciones o complementos
gráficos a sus artículos. Ejemplo de esto lo podemos tomar del ejemplar del
sábado 11 de febrero de 1899 en El
Heraldo, lugar en el cual se hace uso de un grabado del retrato de Pedro
Dávila Sala para hablar de su participación en las doctrinas conservadoras. Una
muestra de estética editorial usada en los periódicos se puede encontrar en el ejemplar
número 18 del 30 de junio de 1900 de La
Lucha, en la que se hace constante uso de pequeñas ilustraciones que toman
partido de señalización con el fin de enfocar al lector un punto de atención en
las extensas líneas que componen el cuerpo del periódico. El Papel Periódico Ilustrado, acaso la más
conocida de todas, es documento imprescindible y valioso aporte del siglo XIX;
también lo fueron, La Crónica, El Heraldo, El Autonomista, El Monserrate,
El Repertorio Colombiano, Lectura y Arte. Escribían historiadores y
críticos del arte con evidente seriedad y dominio del tema. Y es que el
periódico tiene la función de exponer a la nación a través de la imagen,
mediante la cual busca las representaciones nacionales y las representaciones
estéticas.
Ejemplo de ello será el número 26 de El Papel Periódico Ilustrado en el que
representan el salto del Tequendama combinado con un poema.
Otro ejemplo es La Revista Ilustrada: 18 de junio de 1898 al 30 de septiembre de
1899. Dirigida por el periodista, estadista y colaborador de la Escuela
Nacional de Bellas Artes Pedro Carlos Manrique. Fue editada en la imprenta de
Samper Matiz y tuvo como fotograbador al fotógrafo Saturno Zapata. Este
ejemplar nos sirve para evidenciar que los intentos de generar productos con
altos niveles culturales eran diversos y muy fructíferos, haciendo uso de
críticas literarias, ensayos[6],
poemas, novelas por entrega, entre otros; empero las líneas editoriales poseen
riesgos que se convertirán en problemas para afrontar el círculo, los lectores
y las críticas. Dichos productos se consolidaron en las fuentes principales
para el estudio de la vida privada, otros resultados eran los cuadros de
costumbres y los relatos de viajeros.[7]
3.5.4 Contenidos Editoriales y sus Funciones
Esta producción editorial se unifica con la
ideología de ir más allá del informar por informar, se comienza a encaminar
hacia la búsqueda de la mejora de las herramientas y las técnicas que se han
venido usando, en convergencia además con procesos creativos en los cuales se
procura una combinación de la información, el ocio literario, los grabados, las
gráficas, la publicidad, litografía y conversaciones que se extendían más allá
del simple papel, conversaciones que permiten ver que el editor y los
colaboradores de los periódicos necesitan de una retroalimentación o la llamada
crítica. Por ello, y con relación a la conformación educacional y de la
Regeneración se fundamenta una prensa que publica temas de filosofía, moral y
economía, con el fin de fundamentar a los ciudadanos con mira al progreso
local.
En otro de los fenómenos, como el de la
difusión de las novelas, se puede considerar como un proceso de cierta
importancia a partir de la segunda mitad del siglo XIX, que se hizo extensivo
de forma gradual gracias a la difusión de medios de comunicación como los periódicos
locales, regionales o nacionales, en los que se utilizó la estrategia de
publicaciones por entrega, evidencia primordial de esto se puede hallar en El Dorado, una publicación en el Papel Periódico Ilustrado que es muestra
de la funcionalidad histórica que nos lleva a cuestionar las ideologías
editoriales a la hora de publicarlas debido a que su publicación tiene como
objetivo el ir más allá de donde se plantean los ideales del editor en su
momento. La presentación de documentos que dan validez al periódico para una
visión anacrónica de su estudio ya que El
Dorado es un trabajo histórico, etnográfico y arqueológico que toma
evidencias de los antiguos habitantes americanos, estudio que es publicado en
1882 y que posee la vigencia de ser investigado en la actualidad desde la
perspectiva moderna en la que se revisa la antigüedad o la visión de la misma
desde otra época alejada a nuestros ojos (Zerda, 2010).
Solo en la primera década del siglo XX, los
manuales de higiene promulgan la necesidad del baño diario. Incluso la
sexualidad que antes era sometida y acallada por la moral católica, pudo ser
ahora invocada desde el lenguaje médico y científico como instinto genésico en
las publicaciones. Uno de los aspectos más importantes en los que se ven los
periódicos durante el cambio de siglo es la relación con la instrucción
pública, un soporte de transmisión del modelo educativo. Es por ello que
durante mucho tiempo los papeles fueron fuente de información sobre
acontecimientos[8]
administrativos de orden educativo e institucional, ejemplo de ello es el Diario Oficial, lugar en el cual las
noticias e información más importantes eran publicadas para que los
trabajadores oficiales estuvieran al tanto de las decisiones oficiales de
relevancia.
Otro de los aspectos más importantes que
podemos llegar a observar en las publicaciones en el cambio de siglo es su
función culturizante y de prestigio que genera la participación en periódicos,
publicaciones periódicas, esto se debe principalmente a la capacidad que nace
en la virtud de poder ser partícipes de las mismas, ya que las publicaciones
tienen como objetivo llegar a ser un punto de referencia que se alza frente a
una sociedad que vive principalmente en las zonas rurales y que posee un nivel
académico escaso, este es uno de los puntos en que los periódicos se
fundamentan en la época de la regeneración en la que es de vital importancia
crear en los ciudadanos y los individuos un mejor nivel educativo, por ello los
periódicos crecen a la par de nuevas instituciones educativas. Las
publicaciones serán constituidas para un público ideal que tiene disposiciones
de apreciación de aquello que se tiene en las manos. Es por ello que el uso de
la prensa tiene un trasfondo tan importante en la jerarquización del individuo
en una sociedad que comienza a crecer intelectualmente con la llamada
ilustración, los intelectuales son aquellos que tienen cómo participar en los
productos editoriales; si bien las críticas, opiniones y comentarios hacia el
editor, el periódico o los colaboradores siempre estaban abiertos a todos
aquellos que quisieran participar, existe una gran cantidad de limitaciones por
parte de quienes no poseían una gran cantidad de estudios para hacerlo. Más que
un prerrequisito, era una necesidad que veían los mismos lectores a la hora de
querer participar - si no sé de un tema, no voy a comentar sobre él. Aunque
esto no es una regla infalible, es cierto que un buen número de personas
participaban en relación a los editores, pero estas participaciones iban más
allá de la simple crítica hacia cierto uso de información, errores en
enunciados, sugerencias editoriales o de nuevos temas a tratar. Ejemplo de esto
es el número 806 de El Heraldo, en
que se produce un Comunicado entre el director del periódico y un “interesado”,
el comunicado versa sobre una discusión planteada con anterioridad por parte
del editor sobre tratamiento del agua del río San Cristóbal para la ciudad, en
dicho comunicado el “interesado” da su opinión en premisas sobre dicho acto que
antes fuera apoyado por el director.
Otra de las principales funciones que se
puede llegar a encontrar en la sección social de los periódicos en el
transcurso del siglo XIX al XX es dada en su nivel de importancia y respeto
generado en todo el público lector, hecho que genera que un papel sea el
encargado de ajusticiar con palabras las definiciones de un individuo, sociedad
o problemática. Esta función puede ser catalogada como reducción de daños y
limpieza de nombre, lo que da una ventana a las posibilidades que presentaba un
gran medio flagrante en una sociedad que funciona en el crecimiento de los
medios de difusión arraigados, de mayor importancia para el público general y
en especial para los lectores, quienes son los principales responsables de la
construcción de nación. En este sentido podemos encontrar el caso de El Heraldo, en su publicación del jueves
6 de julio de 1899, en el que Francisco Gonzales era acusado en un suelto de El Autonomista como atropellador hacia
la ciudadanía desde el puesto de Alcalde de Sotaquirá, hecho que era falso y
del que El Heraldo se encargó de
limpiar el nombre de su colaborador y lector. Pero no podemos quedarnos en este
punto de denominación únicamente, no todos los papeles eran considerados como
fuentes de máxima representación intelectual, de hecho, existía gran rivalidad
entre lectores de periódicos debido a la importancia de las ideologías
políticas, las críticas al gobierno o a la oposición e inclusive por las
selecciones literarias que podían llegar a ser consideradas como banales o sin
importancia. Por tanto, los rivales siempre desprestigiaban a sus contrincantes
y viceversa. Aunque lo anterior es cierto, esto no quiere decir que los
ejemplares rivales no fueran comprados, ya que era de gran ayuda – y única función en algunos casos- para estar
al tanto de cualquiera de los errores que se pudieran llegar a generar, de
algún artículo que permitiese la controversia. Otra de las características importantes que
tenemos que tener en cuenta es que los periódicos, al ser el medio principal de
la época posee una gran fuerza en la medida de creación de pensamientos, por
ello muchos individuos apelaban a ellos para deshacer rumores, y tal como lo
mencionaba Bloch: “Para que el error de un testigo venga a ser el de muchos
hombres, para que una observación equivocada se metamorfosee en falso rumor, es
necesario que el estado de la sociedad favorezca esa difusión.”
Antes de finalizar, debemos entender el tipo
de relaciones que se llevaban entre el público lector y las empresas, para ello
podemos visualizar las entregas de los papeles que se producen a través de
diferentes manera como lo son los abonados, las suscripciones y las compras
directas, cada una con precios que variaban dependiendo del tiempo y el número
de ejemplares de los cuales se quiere disponer, así también existe la modalidad
de los abonados en la cual los periódicos eran entregados directamente en la
casa de aquellos que decidieron recibirla. Esto genera un tipo de relación
completamente diferente del lector con el periódico y el editor, evidencia una
preocupación por parte del editor de hacer llegar lo más cómodo posible los
ejemplares a su público, y además se genera también una preocupación del lector
por estar al tanto del periódico y sus publicaciones; estos suscriptores o
abonados son aquellos de los que podemos estar seguros que enviaban cartas de
críticas, comentarios o aceptación a los editores, son los principales lectores
y los principales críticos.
3.6¿Quién
lee lo que un editor publica? El público lector de la época.
El significado del público se creó desde el
siglo XVIII en Europa, lugar en el que se caracterizaba por ser individuos que
emitían un juicio sobre lo que veían, leían o presenciaban de cualquier modo,
según Van Horn Melton. Un público con carácter de árbitro al cual sometían sus
obras todos aquellos productores artísticos, el público encargado de emitir
juicio crítico, que daban a conocer sus opiniones a través de las distintas
formas de cultura impresa, lo mismo que en los espacios de sociabilidad. Público
que en el siglo XIX en Colombia “tendrá una forma de aparición con pinceladas
modernas” ya que contaban, al igual que el público europeo, con cafés, espacios
públicos y fiestas en los lugares de élite. Pero también debemos entender que
el público colombiano se iba acercando cada vez más hacia una crítica más
arraigada, más especializada, lo que permitía discusiones que luego se
convertirán en periódicos críticos o en colaboradores de revistas y papeles.
Pero este público comienza a ser denominado como “una minoría ilustrada”
(Martínez, 2012, julio-diciembre, p. 77-96).
Propiamente en Colombia se dieron formas de
monopolio centralista en un contexto de dispersión regional, de acentuada
incomunicación y de geografía abrupta y montaraz, hasta el punto de generar el
espíritu regionalista y autonomista que se reconoce durante todo el transcurso
de la sociedad. Sin embargo en muchos periódicos existía la concepción de
mostrar a la sociedad aquellas cosas que ocurrían fuera de la capital y que
podrían llegar a tener importancia para ellos, ya sea como factos de cambios a
futuro o simplemente como muestras de información necesarias de tener para
saber la condición del país, además de ello el público lector y en especial los suscriptores abonados
estaban compuestos por funcionarios oficiales civiles, militares, colegiales,
clérigos y comerciantes en su gran medida. Esto se debe a la función que cada
uno de ellos representaba en la composición de la alta intelectualidad. Los
catedráticos, escolares, y clérigos se encuentran en su sector más activo
debido a la necesidad que estos requerían de estar completamente al tanto de
los desarrollos y avances del círculo intelectual y de élite. Público crítico e
intelectual capaz de la apreciación estética, lo que permite el desarrollo de
un proceso de profesionalización en la producción. Ya no es suficiente la
crítica hacia los contenidos de los textos, ahora se comienzan a examinar su
envoltura formal con el fin de alcanzar la verdadera relación con el mundo,
“más allá de las palabras y de las constelaciones de vocablos, más allá de las
cifras y de los procedimientos de cálculo, más allá de la ordenación del
discurso.” (Duby,
1978). Se comenzó a mirar las
disposiciones del escrito, las tipografías, la organización, los colores o el
papel, todos como punto de convergencia en un público crítico reducido pero
avasallante de las publicaciones dadas por los medios más acérrimos a lo
popular y comercial.
Un lector es aquel que escucha la historia, y
en su lectura está en compañía del lector, creando vínculos y conexiones entre
lo plasmado por un autor, las concepciones mentales del lector y el contexto
que determina las visualizaciones que el individuo en particular tendrá frente
al periódico en general, su editor o algún colaborador. Y es que el escritor no
se fecunda de la nada y comienza a publicar, este se balancea en una relación
mundo – público que hace que determine sus preocupaciones, sus preguntas y sus
comentarios.
3.7
Engranajes del proceso: Editor, periódico y lector.
3.7.1 Círculo Editorial
El circulo en el cual se estaban
desarrollando los periódicos durante el cambio de siglo eran, en cierta medida
reducido, esto debido a la mar de conflictos que asolaban al país, por lo
tanto, los clubes literarios, centros de críticas, cafés de discusión, e
incluso las cartas hacia los editores, eran de cierta manera ínfimos en la
comparativa al territorio colombiano, esto hacía que el grupo de individuos que
realizaban una lectura de los ejemplares no fueran únicamente partidarios de
uno, sino que estuviesen constantemente revisando el resto de periódicos ya sea
para el uso de algunos de sus artículos o –como ocurría en la mayoría de los
casos- para estar en constante disputa con ellos, para visualizar esto podemos
tomar la lista de colaboradores del Papel
Periódico Ilustrado y revisar algunos de sus hombres que trabajaban además
para otros papeles: Carlos Martínez Silva (Repertorio
Colombiano), Antonio Silvestre (El
Amigo del Pueblo), Florentino Vesga (Diario
de Cundinamarca) o Sergio Arboleda (El
Conservador) entre muchos otros colaboradores.
Lo anterior nos da muestra de la manera en la
cual se desarrolla el círculo editorial de la época, no se trata solo de un
individuo con las funciones de editor que se encarga de desarrollar todo lo que
sale, no se trata solo de Alberto Urdaneta (Papel
Periódico Ilustrado) o Marco Suarez (El
Nacionalsita), se trata de un grupo
de individuos bastante extenso que poseían en su haber una impronta académica
ilustrada que determina en cierta medida el rumbo que cada una va tomando en el
transcurso del cambio de siglo.
El editor en su complejidad, en todo el
espesor de su historia, en toda su cohesión social y con los apremios de sus
usos y sus prejuicios. Su figura se
desarrolla en diferentes sectores que poseen diferentes niveles de lenguajes,
objetivo y reglas, todo dependiendo de su historia general, de sus necesidades
presentes y de sus capacidades técnicas y creativas. En dicho proceso editorial, el hombre que se
encarga del desarrollo general de la misma está en constante debate con todos
los puntos a los cuales llegará el producto. Es por ello que “se intercambian
las palabras como si fueran una pelota, pero al regresar, la pelota nunca es la
misma que al partir.”, el editor con sus lectores, los lectores con el
periódico, los colaboradores con el editor, es una constante de búsqueda de
objetividad de la palabra y manejos de información (Braudel, 1968). Y es que el
editor funciona en todos sus roles como adquisición de asuntos improvisados de
diversas áreas, periodista, tipógrafo, escritor, corrector, diagramador,
publicista, comerciante, investigador, traductor…
Pero, ¿Cómo quieren a sus lectores los
editores? ¿lectores inertes o críticos?
Los editores quieren romper con la gran masa obediente y sumisa, incapaz de
articular en una ideología coherente y ajena a los problemas de la lectura y la
escritura. El objetivo del editor es crear un medio en el cual expresar sus
ideas, pero también desea que su público lector se eduque mediante sus
publicaciones, sin embargo esto no es posible todo el tiempo debido a los
intereses económicos o políticos en los cuales se rigen los productos
editoriales. Empero las líneas editoriales que toman también definirán la
manera en la cual el editor y las publicaciones se comportaran, ya que de esta
manera puede catalogar desde un principio su forma de ver el mundo y sus
objetivos reales con el papel.
Para que podamos llegar a entender mejor el
proceso editorial, debemos observar a Roger Chartier y los Tres Componentes en
la realidad social: 1. Representaciones: La representación, tratan de la idea o
imagen que sustituye a la realidad. En nuestro caso, las presentaciones son las
hechas por los periódicos en referente a las realidades vividas; de hecho,
podemos evidenciar que diferentes periódicos tienen diferentes maneras de hacer
una representación basándose en las necesidades editoriales definidas por el
editor y su grupo de colaboradores. 2. Las formas de las prácticas simbólicas:
Una muestra de tipo de prácticas simbólicas muy común eran las interacciones de
los lectores con el periódico y el editor, ejemplo las cartas enviadas a la
editorial misma o enviadas a periódicos rivales. 3. La delegación de un
representante de la coherencia y de la permanencia de la comunidad
representada: En este sentido el editor es la máxima muestra del periódico, el
encargado de dar un hilo conductor y una línea de representaciones (Mesa M.,
2007).
3.7.2 Relación Sistémica Editorial
Sin embargo, y a pesar de todo lo que hemos
estado revisando alrededor de los periódicos y los tipos de representaciones
que salen a relucir en torno a este, es importante entender que no existe un
nosotros y un los otros, sino que es una
relación complementaria evidente en el manejo de las publicaciones de la época.
El editor, basado en unos presupuestos y líneas editoriales determina el
contenido del periódico, pero el público lector determina el agrado, mediante
las cartas y las críticas hacia contenidos y resultados editoriales, fomentando
así un principio simbiótico entre el editor, el medio y el público.
La
interacción que se teje entre el público
y el editor, y la presión que ejerce el primero es la que da paso a nuevas
colaboraciones.
Pero
los editores no son seres infalibles, en realidad existe muchos errores que se
comenten a lo largo de las publicaciones, inclusive, en el mismo sentido que
venimos desarrollando sobre el editor y su público lector se pueden evidenciar
cientos de casos en los que las cartas y críticas no podían ser contestadas, en
las que el editor consideraba que estaban fuera de su puesto, o incluso en las
que las críticas no entraban en el punto de la decencia y la caballerosidad de
la época, por ello es que existen innumerables cartas y comentarios que nunca
se publicaron y que quedaron revueltas en la mesa de algún editor (Vera Pardo,
2001, p. 24-34).
En su relación de Editor, publicación y
público, el editor – como hemos mencionado anteriormente- define una concepción
y línea editorial en las cuales se basará su publicación. Empero, esto no
quiere decir que los editores hayan dejado de lado a sus lectores, ya que las
publicaciones van pensadas para un público lector específico, inclusive que se
llega a idealizar de la misma manera en que el lector idealiza al editor.
Ejemplo de esta idealización la podemos encontrar en el número 2 de la Revista Ilustrada del 9 de julio de 1898
en la que se define que la confianza en el público lector y la idea de que las
noticias eran esperadas con avidez son ideales que alertan debido a que
dimensionan una sociedad y un público lector con capacidad para sostener una publicación
a través de su adquisición y lectura. En esta relación, tal como lo menciona
Martínez en su trabajo sobre la función estética de las publicaciones
ilustradas en Bogotá a finales del siglo XIX, “ Es importante verificar que el
significado del público en su sentido moderno de la audiencia, logra
configurarse a partir de los intereses de las publicaciones impresas”,
configuraciones que a primera mano se dan entre un punto unilateral, pero que
con el paso de las publicaciones, las críticas y los cometarios se van
transformado, creando sentidos de configuración multidireccionales entre los
principales partícipes del círculo.
En definitiva podemos llegar entender que el
proceso en el cual se desarrolla la mecánica editorial de la época es muy
característico fundamentándose desde cada uno de los núcleos de desarrollo y de
las partes fundamentales en la producción. Si bien la mecánica editorial puede
ser considerada más allá de ciertos puntos como el desarrollo de los
materiales, las imprentas o los comerciantes menores, los principales factores
desarrollo se venían observando desde la información hasta la recepción, tema
que será de importancia desarrollar a posteriori. En la fundamentación
sistémica de la mecánica editorial la circularidad jugó su propio partido en el
que los hechos, la combinación de lo repetido con lo inédito es la ciencia de
cuyo conjunto se constituye la vida colectiva, y es que este es un factor que
se evidencia en el proceso, no son todos acciones inéditas de las cuales no
podemos discernir si han ocurrido o no con anterioridad, todo es un río
circular que basado en un pensamiento sistémico nos permite observar y
evidenciar cada aspecto que se definen en base al pasado, en base al presente y
mutan repetidamente entre ellos y en los que solo unos cuantos pueden llegar a
desatacar, tal como se evidenció en el proceso colombiano del siglo XIX al XX.
El factor del individuo en la mecánica es
fundamental, ya que al símil de una pieza de relojería, el proceso editorial es
un conexo de fundamentos sociales, humanistas y personales, y es que el sujeto
se vuelve participe de su funcionalidad, desde el individuo que es consciente
del desarrollo, como lo eran los editores, los escritores y colaboradores o de
un modo de desarrollo inconsciente como lo pueden ser los mimos lectores que no
iban más allá de leer e informarse – cosa que no está mal, solo que no se
fundamenta en el otro grupo de críticos-; y es que sin importar cuál sea la
parición, consciente o inconsciente, “el individuo no es nada más que lo su
época y su medio social permite que sea”, según Dosse. Y es que dichas
conexiones entre los individuos, las instituciones, las infraestructuras y los
documentos que nos formarán la memoria fundamentan el desarrollo de
la mecánica editorial (Duby, 1978).
En definitiva, pudimos observar que el
proceso corresponde a una fundamentación que era menester de ocurrir en el
plano colombiano del cambio de siglo, no solamente como revulsivo en los
conflictos que ocurrían, sino como solvente a todas las problemáticas que en
las ciudades quedaban después de las chispas de sables en las afueras. Y en
dichas necesidades el editor se formaba más allá de eso, se formaba como un
todero de la profesión más inestable de la época, editores que podían llegar a
trabajar una sola semana, incluso publicaciones que no llegaban a desarrollarse
debido a las represiones y la censura. En definitiva, pudimos descubrir cuáles
son las partes del proceso editorial, y más importante, cómo el proceso se
ligaba a diversos procesos y se engranaban entre ellas para fundamentar la
mecánica editorial.
[1]
Según el trabajo de María Teresa Uribe y Jesús María Álvarez, titulado 100 años
de prensa en Colombia, 1840-1940 se registran 1512 periódicos en todo el país.
[2]
Artículo K del Título XXI de la constitución de 1886.
[3] LEY 51 DE
1898 del 6 de diciembre de 1898: La publicación de la ley se publicitó en El Nacionalista, El Heraldo, El Diario
Oficial entre otros.
[4]
El mayor ejemplo que podemos llegar a encontrar de editor en la época, y
durante mucho más tiempo, es Alberto Urdaneta, quien viajó para adquirir
conocimientos agropecuarios en tierras galas, y encontró, en cambio, como
trabajaban el boj para ilustrar revistas de informaciones miscelánicas. El
paisaje, lo mismo que el dibujo y el grabado, se consideraban como temas y
procedimientos solo aceptables como ilustración o en virtud de divertimentos
ingeniosos y habilidosos.
[5] Los
telegramas eran concisos y claros, en la ciudad capitalina eran temidos por el
hecho de ser directos, siempre con algún tipo de información que alteraba todo
y modificaba la vida cotidiana.
[6]
Ensayo: Según Javier Huerta Calvo es una prosa literaria sin estructura
prefijada, que admite la exposición y argumentación lógica, junto a las
digresiones. Su propósito es comunicativo, reflexivo y didáctico. Es una forma
literaria constituida por las meditaciones originales de su autor sobre un
asunto más o menos profundo.
[7]
Después de la implantación de la fotografía, se popularizó en algunas ciudades
del país la foto del niño muerto en su ataúd, rodeado de flores y crespones.
[8]
El acontecimiento – explosivo, novedoso, sonoro- es más de lo que ocurrió en una hora y minuto
específico, las experiencias que construyen al individuo van más allá, son el
resultado de un proceso inconsciente, ya no se trata de un trabajo sobre una
investigación de momento, de la cristalización efectiva alrededor de un evento,
sino de una plasmación del inconsciente colectivo y de la naturaleza humana
revelada por un estudio serial. Los acontecimientos están constituidos por
hechos, y los hechos determinan a los sujetos y los hitos, y todo se converge
en un adviento social.
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