Teoría Evolutiva y el Origen del Ser Humano

La evolución es un proceso continuo de transformaciones de las especies a través de cambios producidos
en sucesivas generaciones para una mejor adaptación en reproducción y supervivencia.
Uno de los aspectos más importantes es la selección natural, junto con ella la aptitud, que
“es la capacidad de un organismo para sobrevivir y contribuir con sus genes a la siguiente generación”
(Pinel, J., 2005, p. 27). Junto a ella se desarrolla la dominancia social y las conductas de cortejo
(selección sexual) que funcionan como un factor importante por su capacidad para seleccionar las
especies más dominantes y permitir que se transmitan sus características a sus descendientes. 





Las evolución surge como un condicionamiento del ambiente hacia la especie o el intercambio social,
las cuales se desarrollan en pro de la supervivencia, creando cambios evolutivos que influyen en su
comportamiento, fisiología y reproducción. También debemos entender que el proceso evolutivo no
avanza en una única línea, y esta no es siempre lenta y gradual, también surgen cambios repentinos. 




  1. Diferentes homínidos relacionados con la historia evolutiva humana
  2. Características físicas relevantes de estos homínidos, incluyendo tamaño del cerebro.
  3. Posibles características funcionales o comportamentales de estos homínidos.
  4. Características de su contexto (dieta, clima, presiones ambientales, etc)


Línea evolutiva: 
  • Organismos multicelulares acuáticos: Aparecen hace 600 millones de años. 
  • Cordados: Aparecen hace 450 millones de años.  Animales con tronco nervioso central. 
  • Vertebrados:  Aparecen hace 425 millones de años.
Huesos vertebrales para proteger su tronco nervioso dorsal.
Los primeros vertebrados fueron peces óseos primitivos. 
  • Anfibio: Aparecen hace 410 millones de años.
Los primeros peces que se aventuraron fuera del agua.
Necesitan vivir en el agua en su primera fase. 
  • Reptiles: Aparecen hace 300 millones de años a partir de los anfibios.
Se quita la dependencia con respecto a los hábitats acuáticos.
  • Mamíferos:  Aparecieron hace 180 millones de años.
Las hembras alimentaban a sus crías con las glándulas mamarias. 
  • Primates: Prosimios, monos del Nuevo Mundo, monos del Viejo Mundo, simios y homínidos.


  1. HOMÍNIDOS: Australopithecus y Homo. 
“La evolución del ser humano desde los primeros homínidos hasta la aparición de hombres y
mujeres morfológicamente modernos llevó menos de seis millones de años, un lapso extremadamente
corto en términos evolutivos” (Kolb & Whishaw, 2006, p. 44).


AUSTRALOPITHECUS: Hace 6 millones de años. Son del este de África. Caminaban erguidos.
Locomoción bípeda con extremidades largas. Tamaño del cerebro: aproximadamente
500 centímetros cúbicos. Medían 1,3 metros. Encéfalo pequeño. Se alimentaba de frutas y hojas.
Pasaban gran parte de su vida en los árboles. 
HOMO HABILIS:  Hace más de 1,75 millón de años.
Confeccionaban herramientas de piedra, eran “hombres habilidosos”.
Eran carroñeros, ya no sólo comían frutas y vegetales sino animales.
Capaces de leer el entorno en una posición erguida bípeda para su supervivencia debido a que
variaciones climáticas hizo crecer los pastizales. Tamaño del cerebro: aproximadamente 700
centímetros cúbicos. 
HOMO ERECTUS: Hace alrededor de 1,9 millones de años. Se le caracterizaba como trotamundos,
se diseminó por Ásia y Europa. Tamaño del cerebro: aproximadamente 1000 centímetros cúbicos.
Descubrió el uso del fuego. 
NEANDERTHAL: Hace 30.000 años. Ocupaba Europa. Fuerte, robusto y extremidades cortas que
denotan adaptación a climas fríos. Enterraban a sus muertos con flores y poseían objetos sencillos
con posible valor artístico. Tamaño del cerebro: aproximadamente 1400 centímetros cúbicos. 

HOMO SAPIENS: Hace aproximadamente 30.000 años.
La Eva ancestral surgió en África hace aproximadamente 200.000 años. Vivió en Europa,
África y Asia. Tamaño del cerebro: aproximadamente 1300 centímetros cúbicos.
Utilizaba instrumentos de piedra y huesos más trabajados, por lo que empleó otras formas de cazar.
Uso y dominio del fuego, vestido y manifestaciones rituales y artísticas. Migración constantemente.


De acuerdo con Pinel (2005), la familia de los primates que incluye a los seres humanos es la de los homínidos, que en términos generales se compone de dos géneros: Australopithecus y Homo (Homo habilis, Homo erectus y Homo sapiens). La evolución progresiva del género humano se caracteriza por el surgimiento de diferentes rasgos corporales, comportamentales y cognitivos tales como una postura erguida que permite que el peso se distribuya en toda la espina dorsal, locomoción bípeda, piernas alargadas, dimensiones reducidas de la mandíbula, libertad de las manos con cinco dedos, pulgares oponibles, los ojos situados en la parte frontal de la cara para la percepción de la profundidad y la división de la corteza cerebral en áreas especializadas en el movimiento (lóbulo frontal), los sentidos (lóbulo parietal), la audición (lóbulo temporal) y la visión (lóbulo occipital). Además, el crecimiento del cerebro se debió a la complejidad de las conductas desarrolladas durante la evolución del linaje humano. 

Actividades de recolección, agricultura y caza; la confección de herramientas; la constante migración, el entrecruzamiento, el uso del lenguaje como medio de comunicación; las manifestaciones religiosas tales como enterrar muertos con flores; la defensa y cuidado de las crías; la consciencia de sí mismo, es decir, la capacidad de un organismo de convertirse en objeto de su propia atención; la dominancia y jerarquización dentro de grupos y las construcciones sociales complejas, le permitió al género humano desarrollar una cavidad cerebral de aproximadamente 1330 centímetros cúbicos y un encéfalo que pesa unos 1350 gramos. Lo anterior demuestra que el cerebro humano es más grande con relación con el tamaño de su cuerpo que cualquier otro animal, pues su coeficiente de encefalización (la relación entre el tamaño real y el tamaño esperable del cerebro es 7,3 más grande que el esperable para un mamífero con un cuerpo de ese tamaño.

Así como varias especies de mamíferos, la especie humana establece vínculos de apareamiento con miembros del otro sexo con el fin de prevalecer la descendencia y favorecer a que ésta se desarrolle satisfactoriamente. La monogamia es el sistema de vínculo de apareamiento más frecuente en los seres humanos, es decir que se realiza una selección en el sexo opuesto para establecer vínculos duraderos. Según diversas teorías evolucionista ha sido posible desarrollar predicciones sobre aspectos de la selección de pareja en seres humanos. Buss (citado en Pinel, 2005) menciona que en la mayoría de las culturas, los hombres valoran la juventud y el atractivo físico en sus parejas debido a que demuestran índices de fertilidad. Por su parte las mujeres valoran el poder y la capacidad de ingresos económicos. 

Los rasgos mencionados son algunos de los muchos ejemplos del resultado de unos 600 millones de años de adaptación del linaje humano que abarca desde los primeros homínidos hasta el hombre moderno, lo cual siguiendo a En Kolb & Whishaw (2006), representa un lapso extremadamente corto en términos evolutivos. Posiblemente, estos cambios en la estructura corporal y conductual humana se deban a lo que Darwin catalogó como selección natural, es decir, el desarrollo de estructuras fisiológicas, habilidades y conductas adaptativas dependiendo de las exigencias de supervivencia y reproducción del entorno natural y social en el que se desenvuelve. Por otro lado, también es posible que algunos de las características desarrolladas a lo largo de la evolución humana sean productos secundarios incidentales  que no contribuyen a la adaptación. A esto, Pinel (2005) se refiere como “spandrels”, como ocurre en el caso del ombligo del ser humano, cuya función de no es adaptativa, sino que representa un subproducto del cordón umbilical.


La teoría evolutiva permite comprender al individuo en un sistema de interacciones complejas entre distintos factores biológicos, psicológicos y contextuales que moldean su conducta y, por tanto, la forma en que se va a relacionar con otros. Con la teoría evolucionista surge el problema de entender al ser humano por medio de dualismos y se entiende que los fenómenos psicológicos y la conducta no están deslindados de los cambios biológicos y así mismo, los biológicos de los anteriores. Se establece una relación dialéctica para entender que, por un lado, para que tuvieran lugar  los distintos fenómenos psicológicos que caracterizan al humano fueron necesarios cambios biológicos (aumento del el tamaño del cerebro -especialmente de su neocorteza-, la activación y formación de ciertas funciones y conexiones entre neuronas, adecuación del cuerpo para el desarrollo de habilidades más complejas, etc.). Por otro lado, que esas modificaciones biológicas ocurren en consonancia con los distintos procesos cognitivos y el cambio en la conducta de los individuos como respuesta a necesidades contextuales y que ambas dimensiones que se habían separado tradicionalmente contribuyeron a la evolución del individuo. Por esa línea, el primer efecto de la teoría evolutiva sobre la comprensión de  fenómenos psicológicos y de la conducta, puede verse en la necesidad de romper del dualismo cartesiano para abordar al ser humano y pasar a entender cuerpo y mente como dimensiones con particularidades propias pero que están en interacción permanente y que entienden al individuo como un organismo multicausal y cambiante.

A partir de esto, surge el campo de la PE, que “analiza la conducta humana considerando las presiones que llevaron a su evolución” (Pinel, J., 2005, p. 35) y hace más clara la interacción compleja de estas dicotomías con las que se ha entendido al individuo tradicionalmente. Si a partir de esto se  entiende la conducta como una función adaptativa directamente vinculada con la supervivencia del individuo y como una variable fundamental en la forma como un individuo se relaciona con otros durante la vida en sociedad, se haría más visible esa relación dialéctica en donde se entiende que la conducta es moldeada por procesos evolutivos y puede ser heredada cuando -en relación con otros factores- representa la pervivencia  del individuo; y también que la conducta responde a la necesidad vital que tienen de seres humanos de vivir en comunidad ,e influye sobre procesos psicológicos que a su vez modifican la conducta.

La psicología evolutiva permite comprender que la  conducta y la aprobación o rechazo de la misma por parte de la comunidad, son determinantes dentro de los procesos de supervivencia y la evolución del ser humano. Por ejemplo, si en un primer momento establecer relaciones monógamas fue determinante para asegurar de mejor forma la descendencia -por lo que la conducta del macho de tener varias parejas indiscriminadamente se moldea con el fin de preservar adecuadamente sus genes en pro de asegurar su herencia- se puede ver, posteriormente, que esta conducta adquiere otras dimensiones en planos culturales y sociales en donde ya la necesidad de proteger la descendencia pasa a un plano inconsciente y más bien se entiende la conducta en clave de una dimensión moral de la vida en sociedad. Esta dimensión podría verse materializada en el rechazo o la aprobación de la monogamia o poligamia en la sociedad actual en relación con lo que en un contexto específico se establece como “lo bueno” y “lo malo” y no necesariamente en clave de asegurar o no la descendencia. Es importante resaltar que aunque el rechazo y la aprobación se dan a partir de cuestiones morales en la sociedad actual principalmente, responden a una necesidad vital de nuestros antepasados de estar en comunidad para sobrevivir.

Esta necesidad de la aprobación de la sociedad para sobrevivir se puede ver trasladada a ámbitos como el discurso o la presentación en público actualmente, en donde el rechazo por parte del público hacia el individuo  produce tristeza, enojo o vergüenza o en el caso de la aprobación, felicidad, emoción o agrado. En una dimensión evolutiva o de supervivencia, este rechazo o aprobación sería determinante para que el individuo continúe en comunidad y pueda sobrevivir, por lo que en la dimensión psicológica la reacción del individuo frente al rechazo o la aprobación (si le importa o no) puede ser determinante no sólo para que sobreviva sino en su autoconcepto, por ejemplo, y esto a su vez desencadena distintas adaptaciones biológicas como procesos nuevos de sinapsis que podrían ayudar a que el individuo modifique su manera de intervenir en estas situaciones y recibir la aprobación. 

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